Uno de los principales retos que se ha planteado en el Plan Nacional de Desarrollo es el de diversificar y sofisticar el aparato productivo y la canasta exportadora por medio de la innovación. Por otro lado el Plan plantea el reto de generar empleo. Naturalmente, ambas metas son importantes. La caída en los precios del petróleo y de otros bienes básicos ha puesto de manifiesto la importancia de diversificar la canasta exportadora. Adicionalmente, el proceso de diversificación y de sofisticación está relacionado con aumentos de productividad, y la productividad es la única manera de aumentar sosteniblemente el nivel de ingresos a largo plazo.

A pesar de la evidencia empírica y los mecanismos que relacionan la innovación, la diversificación y la sofisticación con el crecimiento económico, existe la percepción de que el efecto sobre empleo puede ser perverso. Los famosos Ludditas ingleses protestaban en el siglo XIX contra la invención de nuevas máquinas para el sector textil aduciendo que destruía empleo al reemplazar trabajadores artesanos por máquinas de hilar. ¿Existe realmente una contradicción entre metas de innovación y de desarrollo productivo y empleo?

En un estudio reciente, Martha López y Héctor Zárate del Banco de la República usan datos a nivel de empresa para Colombia entre 2011 y 2012 para estudiar la relación entre innovación y empleo. Analizan dos tipos de innovación, en procesos y en productos. Lo que se encuentra en los datos para Colombia es que el crecimiento del empleo y de las ventas para empresas innovadoras es mayor al de las empresas no-innovadoras. Tanto la innovación en procesos como la innovación en productos está asociada con mayor generación de empleo. Entre 2011 y 2012, el empleo creció 3% en firmas innovadoras en procesos, 4,5% en firmas innovadoras en productos a la vez que la productividad aumentó 6,5% y 11,5%. Los datos muestran el resultado neto de la innovación sobre el empleo teniendo en cuenta el aumento en la demanda de productos de firmas innovadoras, el efecto de desplazamiento de productos obsoletos por nuevos y su impacto en empleo y el efecto de desplazamiento de nuevos procesos de producción sobre el empleo.

El trabajo muestra que no hay contradicción entre la promoción de la innovación y la generación de empleo. Ni siquiera el efecto Luddita parece verse en los datos. Esto resuena con el mensaje de la literatura sobre capital humano: la innovación y la tecnología no desplazan al trabajo. Más bien, cambia el tipo de habilidades y conocimientos que se requiere de los trabajadores. La máquina de hilar no desplazó trabajo; creó nuevos empleos para trabajadores que supieran operar la máquina de hilar.

Los objetivos planteados en la hoja de ruta del gobierno son entonces complementarios: para lograr tasas de crecimiento sostenidas jalonadas por la diversificación y sofisticación del aparato productivo y la canasta exportadora, y crecimiento del empleo, debemos innovar más. ¿Cómo lograr aumentar la tasa de innovación?

La innovación requiere inversión, toma de riesgos, manejo de incertidumbre. En la medida en la que el innovador pueda financiar su proceso incierto y apropiarse de los retornos a esa inversión, tendrá más incentivos para tomar el riesgo. Sin embargo, existen lo que llamamos fallas de mercado; entre ellas, que muchos se pueden beneficiar de ciertas innovaciones. Estas fallas de mercado justifican un rol para el gobierno en la promoción y generación de incentivos para la innovación.

Una agenda coordinada de ciencia, tecnología e innovación, articulada con una política de desarrollo productivo, y una agenda de capital humano, todo apoyado en la continua reducción del costo-país, como plantea el Plan Nacional de Desarrollo, es una buena apuesta para el crecimiento, y el empleo. Ambos jalonados por la innovación.