La farsa de La Habana entró esta semana en un nuevo vaivén del que, como siempre, saldremos perjudicados los colombianos de bien que nos encontramos en medio del conflicto. Tanto Marco León Calarcá como el presidente Santos se acusaron mutuamente de estar "jugando con fuego". Y ante la amenaza del presidente de pararse de la mesa de "confabulaciones" en Cuba, los criminales de las Farc respondieron con nuevos atentados y nuevos ataques a la población civil. ¡Qué poca credibilidad genera el Presidente ante los terroristas, y qué repudio causa ante el país la debilidad del Gobierno con ese terrorismo!
Hoy, por ejemplo, Buenaventura está sin servicio de energía eléctrica a causa de un vil atentado de las Farc. ¡Y el Gobierno Nacional sigue creyendo en la buena voluntad de estos criminales! Soldados, policías, civiles y niños inocentes siguen muriendo a causa de las balas disparadas por las Farc. ¡Y el Gobierno Nacional sigue diciendo que en La Habana se está concertando una paz sincera y duradera! ¿Alguien en Colombia cree en el sofisma que nos han querido vender? ¡Lo dudo!
Pero mientras las Farc siguen atentando contra esa Colombia inocente, exigen participación política, impunidad total y el reconocimiento de unos derechos a los cuales renunciaron desde el mismo momento en el que decidieron vivir al margen de la ley. Posan de víctimas y pretenden enjuiciar a los autores de las bajas de Raúl Reyes y demás cabecillas criminales, y exigen que se castigue al propio presidente Santos -ministro de Defensa de la época- por haber comandado las operaciones que llevaron a liberar a Colombia de unos criminales que nos azotaban sin piedad.
¡Sí! Se acusan de "estar jugando con fuego". Y lo hacen cada uno desde sus comodidades y su seguridad personal. Los unos, desde los lujos que les proporcionan en La Habana donde pasan sus vacaciones rodeados de súbditos, lujos, licor, hedonismo y placer; y los otros desde los salones de la Casa de Nariño, donde se conspira para ir destapando suavemente las cesiones concertadas bajo la mesa cubana y que saben que generarán reacciones acaloradas en los colombianos de bien.
Y, en la práctica, la verdad es que con lo que se está jugando no es propiamente con fuego. Se está jugando con la Colombia inocente; con la Colombia trabajadora, honesta, sensible, pujante; con la Colombia que se dedica a producir lícitamente; con la Colombia que tributa en forma injusta y que tiene que ver cómo se dilapidan sus impuestos; con la Colombia que aún guarda esperanzas de vivir en paz, mientras se negocia su dignidad y se vende su propia Patria; con la Colombia que ama a su país y tiene que ver con impotencia cómo el crimen gana terreno y el terrorismo se impone sobre las propias leyes.
Causa escozor ver a unas Farc cada vez más soberbias y a un Gobierno cada vez más complaciente. Causa dolor, además, ver cómo la vida de los colombianos pierde valor para el Gobierno Nacional y cómo el país se desmorona sin una reacción que no pasa de amenazas pueriles y bravuconadas mediáticas. Y causa indignación, rabia e impotencia, ver cómo el terrorismo gana terreno y el Gobierno permanece complaciente e indiferente ante sus aberraciones.
¿Para dónde vamos? ¿Cuántos muertos más; cuántos inocentes más caídos en una guerra ajena; cuántos atentados más en nuestro territorio; cuántos oleoductos más dinamitados y cuántos ríos más contaminados necesitamos para obtener una respuesta efectiva del Gobierno? Sería risible -si no fuera tan delicado y perverso-, ver que ante las amenazas del presidente Santos de pararse de la mesa de La Habana, las Farc se burlan en su cara y, por ende, en la de todos los Colombianos. ¡Qué horror!
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Las denuncias que hago en esta columna siempre están respaldadas en documentos reales y obtenidos en forma legal desde la propia fuente. No obstante, algunos miembros sempiternos de la Corporación Cívica de Caldas (entre ellos, Luis Fernando Franco Acevedo) han querido desmentir mis afirmaciones de la columna pasada relacionadas con la forma descarada como Gilberto Saffón Arango, propone que la Corporación Aeropuerto de Palestina "… cancele a partir del 1º de septiembre (año 1992) la cuota de sostenimiento mensual de la Corporación Centro Manizales, correspondiente a la acción de propiedad del señor Gerente…". Pues bien, doctor Franco: le anexo el link donde puede encontrar copia del acta en la que consta esa proposición y la forma como fue aprobada. Es un acta firmada además por el propio Gilberto Saffón. ¿Se atreve a seguir sosteniendo que mis razones son infundadas, débiles o direccionadas? ¡No, doctor Franco: no todos actuamos en la forma en que ustedes lo han hecho desde la pérfida CCC! En Manizales, existimos personas decentes que nos preocupamos más por encontrar la verdad (así afecte a los poderosos), que por el perjuicio ajeno premeditado y la complacencia morbosa de unos pocos. https://www.dropbox.com/s/1t91uzg5i79idwy/ACTA%2047.JPG
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