Es lamentable para los manizaleños y caldenses tener que asistir nuevamente a unas campañas políticas basadas en la degradación, la maledicencia, los ataques personales, viscerales y rastreros emanados de unos candidatos hacia sus contrincantes, desatendiendo en absoluto las propuestas que se registran en los programas de gobierno.
Hasta hace algunos días pensábamos que, por la calidad de los candidatos, estas podrían ser unas elecciones asentadas, sesudas, calmadas y que presentarían un escenario limpio donde la voluntad del elector determinara, a través de las mayorías, quiénes entraran a gobernar sin dejar cicatrices más allá de las que marcan la derrota, pero sin heridas imposibles de sanar. Y lastimosamente nos equivocamos; porque hemos empezado a ver ataques innobles que, acudiendo al anacronismo y a la falta de memoria de los ciudadanos, reviven hechos pasados y los ubican en el presente haciéndolos ver como novedades, cuando son solo refritos con los que pretenden arrasar con los émulos en contienda.
Las cosas hay que llamarlas por su nombre: a Luis Roberto Rivas lo vienen atacando en las redes sociales por los acontecimientos funestos vividos por algunos caldenses en la firma Integramos S.A., en lo que en muchos sectores se ha denominado como una "guerra entre riquitos", que no puede trascender las fronteras de la objetividad en cuanto el excelente gobierno y la multiplicidad de obras que dejó en escasos dos años y medio de gobierno, (incluyendo Infomanizales, TIM, Manizales Segura, etc., que no son más que modelos de APP hoy tan en boga). Exponen artículos de la prensa nacional que datan de hace ocho o más años y los hacen pasar como de actualidad; reviven procesos mediáticos, noticias judiciales ya archivadas, actuaciones ante tribunales que ya surtieron su vida legal, y los presentan como si fueran noticias frescas que pudieran afectar de alguna manera al candidato por posibles inhabilidades o futuras condenas.
Nada más alejado de la realidad. La familia Rivas ha entregado mucha parte de su patrimonio para el pago de las deudas que fueron objeto de ese escándalo. Se han agotado los mecanismos legales para que, de acuerdo con los procedimientos de la Superintendencia de Sociedades, se cubra a los acreedores en la parte que les corresponde y se paguen todos los pasivos objeto de demanda. (Ver expediente 44099 de fecha 27 de julio de 2015, emanado de la Superintendencia de Sociedades: https://www.
dropbox.com/s/3slwi63ad4h27gy/LIQUIDACI%C3%93N%20FRUTALES.pdf?dl=0). ¿Por qué revivir entonces este proceso en campaña política? ¿Por qué contar la verdad a medias? ¿Por qué acomodar fechas, sucesos pasados, actuaciones judiciales caducas y situaciones mediáticas ya archivadas? Pues porque no se tienen argumentos para enfrentar al contendor, distintos a la degradación pública y al desprestigio mediante la desfiguración de los hechos. ¡Y eso es lo que repudiamos los caldenses!
Se dirá que esta es una defensa de oficio del candidato Rivas. Y no es así. No es un secreto que mis afectos están con el pensamiento uribista (que hoy se ve traicionado por su propio partido). Pero procedería igual si la campaña sucia fuera en contra de otro candidato, porque la verdad hay que contarla como es y no como los enemigos políticos quieren presentarla.
Y los hechos ciertos del gobierno Rivas dejaron escrita en la ciudad una historia digna de repasar.
Entonces no es una defensa de la persona (quien, repito, ya demostró que sabe gobernar con eficiencia), sino del candidato que está siendo víctima
de una mezquindad que ensombrece la actividad política de Caldas.
No quisiéramos los manizaleños volver a esas campañas panfletarias de degradación que vivimos en el pasado y que indefectiblemente dejaron muertes y sacrificios humanos, hastiando al electorado y provocando la abstención.
¡Ojalá cesen estas acciones innobles! Ojalá se dé la orden dentro de las campañas de impedir que se utilicen estos métodos perversos de abyección del contrincante porque, lastimosamente, de gran parte de los candidatos hay actuaciones judiciales qué revivir y esta campaña se puede convertir en un campo de batalla. Y los electores no aguantamos más guerra. Además, ¡merecemos respeto!
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