Gran indignación ha causado en el mundo entero el crimen contra Yuliana Andrea Samboni, una pequeña de siete años quien fue víctima de secuestro, tortura, violación y asesinato el domingo pasado en Bogotá. Las autoridades capturaron a Rafael Uribe Noguera, un arquitecto de 38 años, señalado de haber cometido esta barbarie, y el país está expectante para impedir la impunidad. De ahí que las redes sociales se hayan llenado de manifestaciones de protesta, pidiendo penas drásticas y exigiendo un castigo acorde con el crimen cometido, con lo cual coincido plenamente.
Pero hay algo curioso: muchas de esas voces que claman justicia y rechazan impunidad son las de aquellos que nos han tildado de enemigos de la paz por haber reclamado lo mismo ante los crímenes cometidos por las Farc. Esta es la doble moral que cunde en Colombia y que nos ha llevado a insensibilizarnos ante las atrocidades dependiendo de quienes sean los autores. ¿Acaso las Farc no han venido secuestrando, torturando, violando y asesinando niñas inocentes durante años?
¿Qué diferencia hay entre los infanticidios cometidos por las Farc, y el crimen atroz cometido por este arquitecto despiadado? El segundo, encierra la posibilidad de ser un caso aislado; los primeros obedecen a prácticas usuales, ordinarias, normales y cotidianas convertidas en simples “acciones subversivas”. El segundo, es cometido en contra de una humilde niña, por un profesional con grandes influencias y bolsillo poderoso; los primeros son cometidos en contra de cientos de humildes niñas campesinas, por personas supuestamente preparadas (tanto, que serán nuestros nuevos congresistas), pero de mayores influencias y superior bolsillo. El segundo cuenta con poder y bastante dinero para pagar abogados y defensores; los primeros cuentan con la ceguera del Gobierno, la indolencia del Congreso y la impunidad consagrada en los acuerdos de La Habana.
¿Ambos crímenes merecen igual castigo? ¡Sí! Entonces, ¿por qué olvidar los de las Farc si son sistemáticos, alevosos, premeditados y cometidos recurrentemente como una manera de mantener incentivada a la tropa y atemorizado al pueblo? Los del terrorismo son iguales de horrendos y hacen parte del modus operandi de un grupo que siente que la vida ajena no tiene valor y que sus semejantes pueden ser ultrajados, vilipendiados, destruidos, violados y asesinados cuándo y cómo ellos determinen.
Y que no vengan ahora a decir que estas son posiciones uribistas, único argumento esgrimido por los adoradores de las Farc. ¡No! Son reflexiones de un ciudadano adolorido que ha venido expresando su odio y repudio hacia los criminales farianos y los de toda laya; es la indignación que se ha despertado en todo el país por un hecho que, infortunadamente, sí tiene precedentes -y múltiples- en las filas de las Farc. Porque las Farc están llenas de Rafaeles Uribes Nogueras, solo que para ellos existe perdón, amnistía, olvido y hasta recompensa por mostrarse falsamente arrepentidos. ¿Cómo reaccionaríamos si este arquitecto se muestra contrito, promete no volver a cometer crímenes y entrega una ínfima parte de su fortuna, y el Gobierno, en compensación, le asigna un salario, una curul en alguna corporación pública, y dispone de su protección, comodidad y amparo? ¡Carajo!
No faltará quien diga que estos son casos distintos y que su tratamiento debe ser también distinto. Y tendría razón: las acciones de las Farc desestabilizan al país entero y ponen en jaque el status quo de la clase política tradicional y arrasa con la institucionalidad; y las de un criminal aislado no. Pero es precisamente por eso por lo que reclamamos castigo para las Farc: porque no puede ser que a mayor atrocidad, cobertura, sevicia y número de crímenes, mayor lenidad en la pena, mayor perdón y mayor consideración hasta llegar a la impunidad total.
¡Sí! El país está indignado. Como lo hemos estado con los crímenes cometidos por las Farc en contra de esas anónimas Yulianas que han sufrido los mayores vejámenes en las filas del terrorismo. Por eso rechazamos la impunidad y por eso, sin ser enemigos de la paz, rechazamos todas las dádivas de las que fueron objeto las Farc en estos acuerdos. Exigimos un castigo ejemplar, drástico y real, ¡pero para todos los criminales!
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