Pasadas las elecciones del domingo queda una lección muy grande para los diferentes grupos políticos de Manizales: la soberbia es dañina, lesiva, perniciosa y solo hace daño al que hace alarde de ella.
Y es precisamente soberbia lo que manifiestan muchos de los ciudadanos que se sienten derrotados, y que se han dedicado esta semana a sembrar un mal ambiente en la próxima administración de la cual se saben excluidos desde ya, y presienten un desplazamiento total para su propio infortunio. Pero es su infortunio, más no el de la ciudad. Es la pérdida del poder de una manera clara, franca y necesaria; es el empoderamiento de un sector de la sociedad que ellos habían repelido por sentirse indestronables, intocables e irremplazables; es la manifestación popular del hastío con una clase dirigente privada que ha metido sus narices (y sus manos) en las diferentes administraciones de los últimos años, y se han sabido lucrar de lo público sin asumir ninguna responsabilidad.
Nada agradable fue el lunes siguiente a las elecciones para la Corporación Cívica de Caldas o el Comité Intergremial. De hecho, muchos de sus miembros se han dedicado a proferir amenazas y a manifestar soterradamente que moverán sus fichas en Fiscalía, Procuraduría y Contraloría para combatir, aún sin razones jurídicas, a una administración que no podrán manipular como bien lo saben hacer. Se han dedicado a sembrar caos, malquerencias y dudas en una administración que ni siquiera empieza, pero de la que se sienten alejados por su misma maldad, prepotencia y perversidad.
Y es lo mejor que nos pudo pasar. Porque la lucha de frente que hemos dado para combatir la corrupción de los privados que se apoderan de lo público sin reato alguno, hoy tiene una nueva esperanza; hoy albergamos la ilusión de una alcaldía limpia que, sabiéndose perseguida infamemente, tendrá que responderle a la ciudad con lujo de detalles; hoy esperamos con agrado que este nuevo alcalde sepa continuar por el sendero que ha marcado la administración Rojas, y responderle al presente y futuro de Manizales para el bienestar general, y no de esos que hoy se sienten agredidos por una mayoría electoral que no pudieron manipular.
Ha manifestado Octavio Cardona que las elecciones ya pasaron y que se dedicará a gobernar para el cien por ciento de los manizaleños, sin exclusión ni discriminación. Y esa es la mejor actitud. Porque, a diferencia de quienes se sienten derrotados, ha mostrado nobleza, sencillez y ecuanimidad, virtudes que hacen más grandes a los hombres grandes. Vemos a un alcalde electo con ganas de acertar, con ganas de acabar con rencillas de clases, con ganas de hacer de Manizales esa ciudad emprendedora, pujante y progresista que hemos soñado.
Y bien lo hace queriendo gobernar por sus propios medios y con la gente en quien él crea. Porque bien sabe que en la administración se delegan funciones más no responsabilidades; bien sabe que, desde el primer momento, tendrá que asumir su carácter de mandatario para cumplir sus promesas de campaña. Y mal haría en cederle a las pretensiones de esos privados que han demostrado que no saben administrar, gobernar ni responder, sino más bien son expertos en dilapidar, saquear y enriquecerse con los bienes de todos.
Es claro entonces, y comprensible por demás, que se esté gestando un movimiento encaminado a oscurecer desde ya a una administración que aún no empieza. Y es claro porque, hoy más que nunca, están haciendo alarde de su vileza y de sus métodos rastreros e innobles para extorsionar al mandatario so pena de manipular los órganos de control y de justicia y acabar desde un principio con una administración inabordable para ellos.
Creo con firmeza que este alcalde popular merece una oportunidad. Creo con convencimiento que es la ocasión perfecta para que el pueblo se empodere de ciudad y rodee a su administración para demostrarles a quienes han hecho ostentación de poder durante años que no son imprescindibles, y que la ciudad tiene un mejor presente y futuro en manos de quienes tendrán que responderle al pueblo por sus actos, y no en las manos de quienes se enriquecen con bastedad sin responderle a nadie. ¡Adelante, alcalde! Y que cunda el pánico en esos pocos que hoy están desplazados y despojados del poder.
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