En días pasados mencionaba cómo el transfuguismo, la falta de identidad, la carencia de lealtad e ideales claros, la ausencia de principios éticos y el perseguir alimentar los grandes egos de unos pocos que se convirtieron en amos y señores, ha dado como resultado la promiscuidad política que hoy nos ofrecen los partidos, más como un espectáculo deprimente que como alternativas reales.
Y lo mencionaba principalmente en relación con las actuaciones del Centro Democrático, partido naciente que suponía era una agrupación diferente donde prevalecían ideales (acertados para muchos o equivocados para otros) y donde la independencia, seriedad y principios se debían sobreponer a los intereses egoístas o politiqueros de una dirigencia cerrada. Y lastimosamente me equivoqué. Ante la realidad que nos presentan, no hay más remedio que aceptarlo: ¡qué fiasco y qué decepción!
¿Por qué? Porque el presente que vive hoy este partido en Caldas no puede ser más catastrófico: se apoyan insistentemente en la imagen de su líder para tratar de posicionar en concejos y asambleas a personajes de baja estopa que no tienen nada qué mostrar, ni una hoja de vida qué exponer, ni una trayectoria social, comercial o académica qué exhibir, y por eso recurren al sistema de lista cerrada donde sus miembros no tienen identidad, carecen de rostro y se pueden ocultar sin reato alguno. Esto es someter al pueblo a un engaño colectivo utilizando la imagen del caudillo para arropar a ilustres desconocidos que entrarán a devengar de las arcas del Estado, tal vez sin merecimiento alguno.
Y en cuanto a los candidatos a Gobernación y Alcaldía hay que admitir que, independientemente de sus calidades, se vieron forzados a establecer coaliciones políticas que desbordaron todos los cálculos. El solo hecho de que el Centro Democrático haya hecho una alianza con Ómar Yepes Alzate para tratar de elegir a Adriana Gutiérrez a la Alcaldía de Manizales, denota una gran incoherencia política, no tanto por tratarse de un dirigente reconocido -algunas veces cuestionado y muchas otras elogiado-, sino porque los cuestionamientos, acusaciones graves e inculpaciones directas provinieron hasta hace muy poco de quienes hoy le reciben su cauda electoral y tratan de ocultarlo ante su “sociedad”.
Pero si esto es grave para el partido naciente, lo sería aún más si resultara cierto el rumor de una alianza entre el Centro Democrático y el Partido Liberal, para trabajar unidos en torno a la Gobernación de Caldas, bien sea en cabeza de Carlos Uriel Naranjo o de Jorge Hernán Mesa. Sería, en la práctica, la resurrección de la coalición barco yepista provocada por sus más acérrimos enemigos. Pero como suelen decir los políticos cuando de defender sus intereses se trata: “la política es dinámica”; y entonces allí cabe todo.
De ahí mi decepción con el Centro Democrático: no porque haya hecho alianzas políticas encaminadas a conseguir un triunfo electoral, ni porque se esté comportando políticamente como el sistema exige. ¡No! Sino porque hace las alianzas con quienes hasta hace muy poco recibieron sus críticas, sus vejámenes y sus diatribas, y porque pasan de la noche a la mañana a impartir absoluciones y bendiciones a quienes eran objeto de maldiciones y recriminaciones. Es decir: porque creen que todo lo que se les oponga es malo, perverso, corrupto y dañino; pero solo basta con que se arrimen a sus toldas para obtener la unción de la bondad y la perfección. ¡Y eso no es lo que esperábamos!
Amanecerá y veremos entonces. Hasta ahora nada está definido, a no ser que las encuestas que hacen circular sean ciertas, en cuyo caso todo está más indeciso pues, dependiendo de quien las contrate, las autorice o las acomode, el resultado es favorable o desfavorable. Y que no se me diga que trato de dividir entre buenos y malos. Lo que pasa es que esa doble moral que hoy se expone con descaro y premeditación, es una de las causas de nuestras grandes debacles. No podemos permitir que nos entren a gobernar dirigentes que se creen con el poder de limpiar toda culpa o de santificar a sus enemigos cuando terminan como aliados. De eso ya tenemos demasiado en nuestra perversidad gremial y es en contra de eso que hemos luchado en los últimos años. Repito: ¡Qué decepción!
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