Lumièradas
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El anuncio de la proyección de Nido de cóndores causó beneplácito entre el público de Pereira que colmó la sala Cine Cámara. Fue la primera película realizada en la ciudad en medio del auge del cine en Colombia, en 1925, que sumado al desarrollo de las locomotoras, fue marca de progreso. Emergía una capital denominada como prodigio, y para mostrar los adelantos se tuvo la idea de aprovechar la película. Los que supieron de ella cuentan que fue una historia de amor con intención de ser una película para mostrar la ciudad. El hecho es que esa película no aparece. Se perdió, la botaron, se pudrió. No se sabe si existe o no. Aunque se encuentra reseñada como parte de la historia de la ciudad y del cine silente en Colombia. Jaime Ochoa, el apasionado librero, docente e investigador dijo: "Cuando se filma
De esa película se sabe que fue estrenada en 1926 en Manizales y otro estreno en el Teatro Caldas de Pereira. Dos años después de haber hecho Manizales City, esa otra película: "Que abrió el hecho conspirador en la ciudad de Manizales, porque es el último registro de la ciudad antes de que se quemara", me dice a la salida del teatro el también investigador y colega Carlos Julio Gonzales, quien fuera uno de los que ayudó a restaurar la película manizaleña. Parece que el incendio en Manizales fue una crónica avisada, más cuando antes de este, aseguradoras inglesas se percataron de vender seguros. Esa discusión viene pues con hacer cine. Ahora en Manizales, la gente que vio Nido de cóndores, la rechazó, y la chiflaban, una pugna quisquillosa que se mantiene en el tiempo entre dos ciudades que debieran hermanarse.
"Ese muchacho hizo un gran trabajo", sale de la sala diciendo Víctor Zuluaga, el historiador más entregado y reconocido de la Perla del Otún. Don Víctor, como le dicen sus allegados, participó en este proyecto, él cuenta en lo que podríamos llamar un "docudrama" personal sobre la búsqueda de los vestigios de esta emblemática película que: "En 1926-27 se grabaron 11 películas en Colombia, seis de ellas por fuera de Bogotá". Se le conoció a ese momento como La edad de oro del cine colombiano. El dato muestra a Manizales y a Pereira como contribuyentes, Manizales con dos filmes y Pereira con un largo, dirigido por el ilustre Alfonso Mejía Robledo y el español Máximo Calvo, el mismo que produjo María (1922), el primer largometraje de cine en Colombia.
Esa película pereirana es una leyenda. No solo por haberla realizado, sino por lo que generó. Primero fue censurada, aparecen mujeres de la vida alegea semidesnudas representando indígenas, y eso causó escozor. Ahora, los ciudadanos, algunos que iban a ser actores, no quisieron porque se les iba a maquillar de blanco y negro y manifestaron: “No, porque se nos confunde con hombres del otro lado”. Lo otro fue que la copia que había en Pereira, se desechó a la basura por parte de una funcionaria de La Sociedad de Mejoras Públicas –quien dio la plata para hacerla-, porque empezó a pudrirse. Hay más, la actriz Anita Rendón, quien fue la protagonista, tiene 107 años. De modo que lo que hace el gestor del experimento, quien es el periodista Aldemar Losano Peña, es idear un modo de hacer elocuente tal patrimonio. Va tras de él y desde un pretexto que es obtener una historia qué contar para su trabajo como periodista, lo que resulta es una obsesión por desentrañar los pasos, las personas, los que tienen que ver con la película.
Su búsqueda es ficcionada y documental. Intenta dramatizar, pero también colocarle el sentido de realidad, acude a entrevistas, nos pone en vilo si va a hacer una nueva puesta en escena o a mostrar fragmentos de la original película, es decir, persuade al público de varias maneras. Quienes la vimos, aplaudimos, añoramos, sufrimos de nostalgia, reímos, en fin, se logran tantos objetivos, que es necesario afirmar que ese recuerdo que quería ser borrado, permanecerá por mucho tiempo latente, por el ejercicio de haber hecho este documental. Su valor de memoria, de registro, de atreverse en ir en contra de la corriente, al hacer algo que aporta mucho, pero sin obtener ningún apoyo, es de titanes, y de obsesionados. Como cientos de los que trabajan por la cultura.
Es un patrimonio de la nación Nido de cóndores. Rigoberto Gil ese literato y docente, dice algo en la película que de seguro va encontrar quienes le sigan el rastro: "Yo soy borgeano -anuncia Gil-, creo que esa película debe de estar, alguien la tiene, incluso, las familias que participaron la pueden tener entre sus archivos y no saben". Puede tener mucha razón. Esa película existe, aunque su lado más rico es haberse perdido, creó un mito, se desconoce lo total que está allí y ello le ha otorgado misterios y simbolizaciones. A la salida del teatro Fernaín, un proyeccionista muy experimentado me cuenta: "Esa película la proyecté en mi pueblo", debe existir entonces. Ahora sigo conversando con Carlos Julio, me dice en voz baja que emprendamos la búsqueda, no sé, si es tan obsesivo como Aldemar… eso sí, leí en una entrevista a Máximo Calvo que como a él le pagaron con una copia, entonces alguien la debe tener, será una nueva búsqueda.
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