Lumièradas
John.giraldo.herrera@gmail.com
Cualquier película que incluya la salsa tendrá muchos adeptos. Eso basta para que movilice la atención, más si se hace teniendo como base una compañía tan reconocida, el resultado puede ser doble. Ahora, resulta un desaire ver Ciudad Deliro y estar exento de la emoción y la fuerza de una película que pudo ser, pero no da. Lo más aterrador es la experiencia fallida de no tener ningún delirio. Al contrario, esa sensación se va convirtiendo en una expresión de la ingenuidad y el folclor, en otras palabras, es como una especie de vista colonizadora, luego de haber soportado el exterminio y la barbarie, de esos que en la misma película se llaman: "Nuestros ancestros o los antepasados".
Es así como fuera de la banda sonora, lo demás es una bofetada, un intento de baile frustrado, donde el cuerpo se aquieta y las sensaciones ni si activan.
Si consideramos desde este lado a los ancestros como quienes nos apabullaron y quitaron lo que era propio, entonces tenemos lo que puede considerarse como una esclavitud cultural. Pero dejemos eso de lado, a lo mejor es un desliz. Sigamos de largo y con un paso breve -azotemos baldosa- dancemos por aspectos de la película. Se vende Cali como una tribuna para médicos que quieren ir de rumba, nada fuera de lo que se sabe, el asunto va in crescendo cuando son sus mujeres las que se exhiben como productos transaccionales y que miran así como en los comerciales a los llamativos foráneos, quisiera decir que se abren de patas, pero es acá donde la película se suaviza y pareciera que estuviéramos frente a una nueva María (la misma de Jorge Isaac).
De modo que en un espectáculo visual, como lo es la salsa y, que apenas se deja ver cuando la película se acaba, lo que vemos todo el tiempo es un amor abnegado, de una mujer caleña que parece María y de un Efraím que viene de España y de una se eclipsa con aquello exótico que hay en nuestro país. Alguien dirá que sucede por ser una coproducción española y colombiana, y que su directora se adentra en Cali, como si su mirada impactada y desbordada diera a pie a una nueva conquista. Esa que aún y, por gracia de estos artefactos culturales, se promociona desde la idea primigenia de los europeos de lo telúrico. De eso que es desconocido y se aprecia con extrañamiento pero también con mucho grado de fascinación, uno diría que esa idea es romántica, sin embargo, es la cuota inicial de asumir a Latinoamérica como algo propio a ser dominado y expropiado. "Nuestros antepasados" vienen y se llevan nuestras mujeres y hombres -en las películas- y eso es la aldea global, pero todo se vuelve un esperpento, cuando es la burla y el saqueo las puntas de lanza en la vida cotidiana.
Mucho hay de una película recorrida por un extranjero como la de Dr. Alemán (2008), también coproducida y hecha en Cali a la de Ciudad Delirio, en la primera es lo violento el hecho llamativo y el Dr vive una Cali frenética y peligrosa, en la segunda un blanqueamiento, donde los negros "nunca cambiarán y seguirán siendo así" y donde la mujer se hace la abnegada y sufrida y luego se abre, se deja llevar por la intuición, otro elemento del exotismo. También el Dr. de Ciudad Delirio es un salvador, un alguien medio inconforme que se niega, pero es el mejor de todos y atiende con toda su vocación a niños -nuca se deja ver un médico colombiano-. Hay un borde y, es que los españoles se muestran como gentes desencantadas, tienen un contexto en crisis que medio se deja escuchar en la radio, en cambio, nosotros, estamos llevados pero dispuestos a enfrentar la maravilla. No sabemos cómo resolveremos las circunstancias y eso es de algún modo el delirio, acá no hay planes, se sobrevive y, de repente, alguna luz nos deja seguir danzando la vida.
No hay un ápice de la Cali furtiva. Es más, esa ciudad se esconde y es mejor verla y recorrerla desde la taberna de Vaso e leche –un melómano quien además tiene un bar de salsa-, a ir a los callejones y sus rincones. Eso tampoco es crucial, lo que sí es que la película es tan ingenua que todo es predecible, se arma con guiños tan clichés que incluso quien la vea puede deducir lo que van a decir los protagonistas y cuál será su comportamiento.
Para ser un musical uno la disfruta, se mueve con timidez el esplendor de la Cali colorida, de la ciudad candente y de sus gentes apasionadas, pero de resto, tocará esperar de nuevo – a ver con qué salen en Qué viva la música- para poder aflojar paso y disfrutar de un baile tan emotivo, con tanto son y ton, que por ahora quedó en una nueva colonización.
Ficha técnica
Año: 2014.
País: Colombia.
Duración: 100 minutos.
Director: Chus Gutiérrez
Guion: Elena Manrique, Chus Gutiérrez
Música: Tao Gutiérrez
Fotografía: Diego Jiménez
Actores: Carolina Ramírez, Julián Villagrán, Ingrid Rubio, Jorge Herrera, John Alex Castillo y Miguel Ramiro.
Productora: Coproducción Colombia-España; 64-A Films / Film Fatal
Género: Comedia. Romance | Comedia romántica. Baile
Página web: http://www.ciudaddelirio.com/
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