Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Montar un equipo competitivo no exige grandes erogaciones ni millonarias inversiones. A bajo costo, Patriotas, Envigado y Bucaramanga son fe de ello, pues han entusiasmado a sus seguidores con números y fútbol, y están cerca de las finales.
Técnicos trabajadores –cómo me alegra por Flavio Torres– y una ajustada elección de jugadores dependiendo de las necesidades y con base en los conocimientos, les permitió ese protagonismo que hoy tienen, envidia de quienes cayeron en lugares comunes.
Como el Once Caldas, en donde el encargado de las contrataciones piensa más en sus amigos empresarios y en beneficios particulares que en un cuadro equilibrado, con un fracaso que obligaría a la renuncia, o a su destitución fulminante.
La enorme distancia entre altas y bajas de los últimos tiempos por gestión del citado personaje retrata falta de visión, ausencia de criterio y elogio a lo incierto, metiendo al Once Caldas en un limbo con cifras acordes al valor de sus decisiones.
Basta detenerse en el histórico del club para corroborarlo. Después de la cuarta estrella con Juan Carlos Osorio en 2010, es la segunda vez que en un mismo año y en los dos torneos cortos el cuadro manizaleño se queda por fuera de clasificación.
La primera fue en 2012, época de crisis por el nefasto manejo de dirigentes locales – López, Llano & Cía. – que condujo a la venta del paquete accionario por allá en octubre, propiciando un clima de optimismo y seguridad que se ha deteriorado con el tiempo.
Los ingratamente recordados Pompilio Páez y Eduardo Cruz fueron los responsables del descalabro inicial, y luego Ángel Guillermo Hoyos –hoy flamante seleccionador de Bolivia– completó el ‘oso´ en el siguiente semestre.
Cosa rara entre otras que los tres técnicos extranjeros de esta década eliminaron al Once Caldas, pues Javier Torrente y Hernán Lisi –así haya estado poco- quedarán en el registro de perdedores en estas tristes jornadas del 2016.
Y más curioso todavía que hayan vendido una imagen favorable de trabajo y seriedad achacando la crisis a los discretos planteles que recibieron. ¿Será tanto, o seguimos en esas políticas antiguas de creerlos buenos por verbo y acento?
Lo que más duele porque suena contradictorio frente al éxito empresarial de su mayor accionista es que los resultados vengan en caída y los síntomas sean de debilitamiento sin un proyecto de expansión desde lo deportivo.
Una alternativa es el relevo en la gerencia deportiva replanteando el negocio tanto como la competencia, y con un administrador que tenga pasión, hincha del equipo, que sepa para dónde va y capaz de armar un grupo que inspire confianza.
Aprovechando lo que se tiene, y no me refiero a los jugadores porque la barrida debe ser notoria apuntando a quienes fallaron por ineptitud y entrega, pues estructuralmente aquí hay de donde pegarse, con pagos al día, motivación y comodidades.
Tener ojo, buenos observadores, relaciones, atrevimiento, son elementos útiles y necesarios a la hora de emprender el cambio, propuesta que debe lanzarse antes de que se escuche el consabido ´no invierto porque no hay ganancia’.
Es hora de parar ese círculo vicioso, y de comprometer a Jaime Pineda invitándolo a una participación de doble vía a través del apoyo de Manizales, sus entes y los aficionados, y él como propietario modificando tantas cosas que no caminan.
Por estos días hay gente empeñada en buscar compradores –tarea harto difícil– y preocupa que tales distracciones dilaten la realidad que le corresponde a los actuales, y que supone la conformación de un equipo respetable y respetado que dignifique a la ciudad.
Hasta la próxima…
Twitter: @macotal
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Como el Once Caldas, en donde el encargado de las contrataciones piensa más en sus amigos empresarios y en beneficios particulares que en un cuadro equilibrado, con un fracaso que obligaría a la renuncia, o a su destitución fulminante.
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