Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Terminó la aventura mundialista, impactante, inolvidable, llena de matices especiales, y en la que fuimos grandes protagonistas, y nos comportamos como mayores. Gracias selección, Gracias muchachos, Gracias Pékerman, que bien nos hicieron sentir.
Un mal primer tiempo ante Brasil, una variante innecesaria (Guarín por Aguilar), una anotación
tempranera, dos pelotas quietas, un golazo de David Luiz, y una reacción tardía, nos dejaron por fuera de la competencia que tanto disfrutamos.
Colombia hizo su propia historia. A partir de ahora se hablará de la selección que alcanzó cuartos en una Copa del Mundo, y que ganó cuatro partidos seguidos dejando una impronta maravillosa con futbolistas que deslumbraron por su temperamento, su calidad y su personalidad.
Porque con el dolor de la eliminación encima, golpeados, tristes pero agradecidos, nos queda la sensación de que pudimos llegar más lejos, con la realidad única de saber que contamos con un grupo joven, experimentado, con un futuro que quisiera cualquier selección del planeta.
La conducción de Pékerman, acertada al punto que su presente lo traduce en un mañana con amplias posibilidades, le permitió inclusive encontrar el zaguero que estábamos buscando, que no estuvo en las eliminatorias, y que se atrevió a poner en plena competencia orbital.
Me refiero a Cristián Zapata, quien ante la marcha definitiva de Mario Yepes, digno de un monumento por su espectacular actuación ante la incredulidad de la mayoría de nosotros, se convierte en adalid en una posición en la que teníamos dudas y dificultades.
Arquero nos sobra con Ospina, laterales con Zúñiga, Arias y Armero tenemos para rato, delanteros ni se diga, para todos los gustos y necesidades, y ni que hablar de los volantes con ese potencial que ofrecen Ibarbo, Quintero, James y Cuadrado, los dueños de la magia en el equipo nacional.
Es decir, construimos historia, pero advertimos un mañana inigualable, y en breve estaremos pensando en la copa América y en otros torneos, con la satisfacción de saber que se tiene una nómina y un equipo maduro, y un respeto internacional que obtuvimos a ley.
Qué bonito por el fútbol colombiano que adquirió un estatus que poco a poco venían labrando estos jugadores en las millonarias instituciones del orbe en las que son figuras, y en particular por esa fortaleza mental que evidenciaron, sin complejos ni ataduras.
El reconocimiento por las miles de alegrías vividas se hizo sentir con críticas sanas, un respaldo que erizó la piel del más duro de los hinchas, y un abrazo fraterno que ojala prolonguemos en el tiempo ante tanta división política y la polarización que genera el actual manejo del estado.
No estamos más en la Copa del Mundo, pero somos ganadores, porque si algo nos movió en los últimos tiempos fue este suceso maravilloso generado por un entrenador extranjero, y ese puñado de hombres, capaces de escribir páginas imborrables que nos hicieron llorar.
Gracias Colombia, y que este mensaje trascienda más allá de lo futbolístico, y nos permita capitalizar, en confianza, trabajo en equipo y fortaleza, ese sueño de país que se abraza en torno a
un ideal, a la alegría y al fervor.
P.D. Cumplidos diez años del título de Copa libertadores del Once Caldas, que el reto de participación internacional se convierta en un objetivo, y que tanto sus administradores como su cuerpo técnico, amplíen horizontes para tener el equipo respetable que se merece el club por su reciente pasado.
Hasta la próxima...
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