Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Iban solo 3 minutos, y en craso error, el arquero Robinson Zapata le regaló la pelota a Oscar Estupiñán para que liquidara la serie, y el atacante del Once Caldas se enredó, se asustó, no supo que hacer –cual bisoño practicante– y devolvió el obsequio.
Es joven, tendrá futuro, pero está lejos hoy de ser el artillero que se requiere, y eso que hablan de millonadas por un posible traspaso. Qué dirá Penco, a quien ni siquiera voltean a mirar, como suplente de un "pelao" que está crudo para el profesionalismo.
Y el "Pato" Pérez también se quedó en el cuento de que es un gran armador, cuando ciertamente luce porque no hay nadie más con esas características, pues su contribución se limita a 2 o 3 pases, y ya ni le creen, al punto que apenas remata los partidos.
El hecho de que ninguno de los 2 sea alternativa para Torrente, siendo argentinos, lo dice todo, en un plantel que paga un alto costo por su inoperancia ofensiva y de creación, y que acaba de fallar su primer reto verdadero que era la final de la Copa Águila.
Pudo ser la salvación de la temporada, independiente de que en la Liga se está con vida, con incertidumbre es cierto, aunque también con un poco de suerte dado que puesto el campeonato al día la clasificación sigue dependiendo de sus propios recursos.
Lo inexplicable fue el cambio de actitud entre tiempos. En el primero, el Once Caldas controló el choque, ganó los duelos en defensa ante los hábiles y rápidos atacantes rojos, y le alcanzó inclusive para generar opciones de gol, como casi siempre, no convertidas.
El segundo fue un caos, golazo tempranero de Roa, cambio errado al permitir el ingreso del lento y desesperante John Valoy, a quien después volvieron a sustituir, y confusión que arrancaba desde el banco, llegando el segundo, el de la eliminación 12 minutos después.
Para completar, el pésimo arbitraje de Juan Carlos Gamarra, pitando un penalti que no fue, de complicidad con los cardenales marrulleros que se dedicaron a quemar tiempo, y sin agilizar el trámite, en un juego ensuciado por la desaparición de los balones .
Viejas y feas prácticas, que se suponían superadas, conservándose porque no se privilegia el espectáculo ni el juego limpio, y aquí caben también los arqueros Henao y Zapata, y el retirado Julio, reyes para hacer correr el reloj sin que el esférico esté en movimiento.
La anotación de Quintero dio un nuevo impulso, se atacó con deseos, no con orden, y sin la prontitud que exigían las acciones, tanto que de 6 minutos añadidos se jugaron 2 ante los amaños de Santa fe, y porque en el Once Caldas no hubo quien presionara.
El técnico descompuso el esquema, sacó a Lucena, mandó a Menosse –de brillantes 45 iniciales– como atacante, y en esa doble función el uruguayo falló, y terminó de forma perversa, evidenciando una vez más las debilidades de un grupo corto, y plano.
Eliminación triste por falta de argumentos, porque era una de las apuestas de Torrente, quien ahora tendrá que tirar restos en la liga para intentar las 4 victorias en 5 juegos que restan, pues como están las cosas, la semifinal exigirá un mínimo de 33 puntos.
Bravo panorama, y conclusión difícil porque si se da la eliminación, habrá pasado en blanco, y sus disculpas tendrán poca validez porque con esa arrogancia que lo caracteriza, creyó que con su trabajo era suficiente cuando se le abordaba sobre el tema de la nómina.
En lo personal, pase lo que pase, pienso que debe continuar, invitándolo a que se asesore bien para las contrataciones, sin dejarse influenciar por el personaje que armó ésta versión, y apoyado en el conocimiento que le brinda el hecho de tener 6 meses al tanto de la liga.
Los dirigentes deben tener el diagnóstico, sin prevenirse cuando hablen con Pineda para hacerle notar que esto es con jugadores, y que existe una relación inversión-ingresos que es real en el fútbol, y que al público hay que cautivarlo con un Once Caldas competitivo.
Hasta la próxima...
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