Sigue la campaña política, abunda la egolatría, el egoísmo y el narcisismo; muchos con excelente camuflaje y “colgados” en los “pendones”, con ese semblante bravucón de los falsos revolucionarios que tanto gusta y divierte a aquellas damas que se sienten divas y que por lógica votarán por ellos el 25 de octubre; otros están actuando como belicosos jeques de barriada, pero… cuando les conviene dependiendo del sitio o del auditorio, cambian rápidamente y se vuelven dulces hermanitas de la caridad.
El gran John Keynes, que sabía de economía tanto como las amas de casa de la vieja guardia, o sea nuestras abuelas, solía decir que las predicciones de los economistas sobre el comportamiento de algunos fenómenos económicos, tenían la misma base y la misma certidumbre o certeza de los vaticinios que loas arúspices o adivinos de la antigüedad hacían tras observar las entrañas de las aves. Lo mismo se puede decir de las encuestas políticas, cuyo resultado generalmente favorece a quien las patrocina. Hay que leerlas siempre con reserva. Asombra la posición y actuación de algunos candidatos en ese tan competido mercado electoral. Muchos han tenido tropezones y vacilaciones en algunos foros, otros conservan una tenaz disciplina y sumisión para conseguir votos de algunos incautos: actúan con docilidad, obediencia y mansedumbre, lo que no convence a algunos pues ya se sabe que después mostrarán su verdadero rostro. Las encuestas son un indicador provisional más no providencial. Hay un viejo dicho en el béisbol: “esto no se termina sino hasta que se acaba”.
Los diferentes candidatos deben saber que tenemos muchos problemas, uno de ellos la dificultad de separar las causas de las consecuencias. Estamos viviendo con corrupción, miseria, ignorancia, impunidad judicial, violencia, inseguridad y deficientes servicios de salud… el gobierno central sigue anestesiado, posiblemente por los problemas generados por el proceso de paz. Son muchos los males que impiden el bienestar de los caldenses, aunque entiendo las dificultades para solucionarlos. Pese a que no sería el remedio para todos los males, el internet que conecta tan fácilmente, podría ser una solución parcial si se pudiera conectar a la gran mayoría de nuestra población con esa dimensión virtual, evaluando de paso nuestro crecimiento económico y estudiando la capacidad que puede generar la micro, pequeña y mediana empresa caldense. No es una utopía. Todos estos análisis y estudios harían necesaria la contratación de fuerza laboral, la cual demandaría bienes y servicios, necesitándose mayor producción y por lo tanto más empleo. Esos puestos necesitan por lógica, capital humano, el cual debe estar capacitado y qué mejor que hacerlo por internet, conectando nuestra población con el nuevo mundo y, de esa manera educarla. Incluso se podrían ofrecer servicios de salud de categoría internacional.
Si tuviéramos esa conectividad, nuestro pueblo tendría acceso a muchas cosas, posiblemente seguridad pública y judicial, acompañando y vigilando muchos procesos llenos de impunidad, imprimiendo transparencia y dinamismo en la resolución de los juicios. Si somos sinceros, la evolución tecnológica representa una oportunidad única que puede servir de punto de apoyo para transformar la realidad de nuestra comarca. Manizales, Caldas y Colombia se merecen esa oportunidad. Aún tenemos tiempo de corregir el rumbo, eso sí, con gobernantes nítidos y transparentes que tengan un programa de gobierno serio, que incluya el acceso de la mayoría de caldenses al mundo digital. Posiblemente saldríamos adelante… aunque muchos de los aspirantes a los cargos de elección popular, solo aspiran a llenar sus bolsillos y el de sus amigos y patrocinadores, con el dinero de los colombianos que pagamos impuestos.
No podemos confundir la vocación de luchador social con la del político profesional. Son totalmente diferentes. Aquel busca una justicia nítida y combatir la inequidad; el otro busca el poder y algunos el dinero. Se podría decir que la política es la vía para alcanzar la justicia, pero al caminar por esa retorcida senda, muchos buscadores de esa equidad se han perdido en las entretelas y abismos de la politiquería, olvidando totalmente el propósito que los llevó a esa lucha. Simplemente, se vuelven heliotropos y narcisistas, enamorándose más de su reflejo que de sí mismos; son los máximos exponentes de la vanidad, la prepotencia, la deslealtad, la pretensión, la jactancia y la ambición. Amables lectores, cualquier parecido con la realidad no es coincidencia. Esos personajes no aman a nadie. Los cortesanos, los asesores de imagen y los lambones de turno se encargan de mantener su fantasía. Unos y otros se lucran en el proceso.
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