Óscar Domínguez G. www.oscardominguezgiraldo.com
Dicho por el presidente Maduro, de Venezuela, sería un lapsus más. Pero no. El título de esta columna es el de un delicioso y documentado libro del periodista venezolano Juan Carlos Zapata sobre el período caraqueño de García Márquez.
Maduro anda en el lejano oriente exportando su revolución de sudadera, prestando plata y recibiendo clases de artes marciales para enfrentarse al presidente Santos y al senador Uribe Vélez.
Hasta que Maduro decidió arruinar la cotidianidad y el sueño venezolano de miles de colombianos fronterizos, Santos y Uribe, andaban divorciados. Ahora, juntos, tiran tardía línea sobre la forma de atender a los desplazados y acabar con paracos y contrabandistas que se lucran de la vecindad.
Hace poco, antes de que los chinos se comprometieran a prestarle cinco mil millones de dólares, Maduro, de bigotito de inofensivo cantante de boleros, había retado al expresidente Uribe, a darse en la jeta.
Sería un combate máscara contra máscara, de buses a todos los barrios, damas no pagan. A Santos lo tiene invitado a que se reúnan solitos, sin asesores, para buscarle salidas a la tragedia que provocó.
Ojalá a Maduro, el nuevo rico sin plata, para distraer a los anfitriones, no se le haya ocurrido tirar paso bailando La pollera colorá en Pekín. Lo vimos haciendo el ridículo en las imágenes de televisión. Tiene más ritmo un policía acostado.
A lo mejor, durante su periplo por semejantes lejanías el nuevo gurú de la economía explicó cómo para reducir la inflación, llenar supermercados y revitalizar el precio del petróleo, la estrategia es emprenderla contra indefensos paisanos del Nobel de Aracataca cuyo única riqueza -y peligrosidad- son manos encallecidas hechas para conseguir la yuca.
La estrategia del insólito Donald Trump sin peluquín, es tan efectiva como vender el desacreditado sofá para garantizar fidelidad.
Otros venezolanos, esos sí ilustres, le dieron tremenda mano al Nobel García Márquez en su niñez. Se trata de hermanos venecos que fueron bien recibidos y mejor tratados en Aracataca cuando salieron huyendo de la dictadura del general Juan Vicente Gómez.
Está escrito en el libro mencionado al principio. Juan Carlos Zapata, gabomaníaco furioso, cuenta que fue a una venezolana exiliada, Juana Alcalá de Freitas, a quien Gabo le escuchó narrar el primer cuento formal que conoció: Genoveva de Bravante. Los cuentos que le narraba Juana enriquecieron y alborotaron su imaginación que le alcanzó hasta para ganar el Rómulo Gallegos.
Otro que hacía parte de la “colonia inolvidable de venezolanos” que llegaron fue el médico y boticario Alfredo Barboza a quien la madre del novelista, Luisa Santiaga, le comentó, desolada, que su hijo quería ser escritor: “Es un regalo del cielo”, dijo Barboza. Solo entonces “Luisa Santiaga se rindió”.
Ahora habemus Nobel y colombianos ofendidos en la frontera por culpa de los sucesores de Bolívar. Que no se entere el Libertador.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015