No hay duda de que viajar en avión hace que modifiquemos en buena medida nuestras actividades cotidianas. Para unos más y para otros menos, pero es claro que es algo distinto para todos. Incluso para aquellos ejecutivos que viajan permanentemente. Por negocios, trabajo, vacaciones o visita familiar, el viaje obliga a organizar día de ida y regreso, disponer del dinero para los tiquetes, tener más o menos previsto qué se hará durante el viaje y dejar hechas algunas cosas en la casa u oficina. Hay personas a quienes esto los tensiona, y para todos implica algunas actividades extra, así sea solamente hacer la maleta. Esto sin contar el miedo o nervios que pueda producir sentirse en el aire. Y claro, el valor de un tiquete aéreo es de consideración para los presupuestos de las personas y organizaciones.
El gran beneficio de este medio de transporte, que poco a poco empieza a estar al alcance de más personas, es que acorta drásticamente las distancias o hace posible viajes que de otra manera no sería viable. Para el caso que nos ocupa, podemos hacer la ruta Manizales-Bogotá o viceversa en cuarenta minutos desde que el avión despega hasta que aterriza. Por tierra, con la mejor de las suertes, en siete horas haremos este trayecto, sin contar el desgaste físico y cansancio final, así como los riesgos de la carretera asociados a esta ruta. Si bien el transporte aéreo de pasajeros lleva más de un siglo de existencia, sigue siendo en alguna medida ‘milagroso’ por los beneficios finales que produce.
Toda esta maravilla, que ya es del día a día, se puede tornar en una pesadilla, o como mínimo causar inconvenientes, cuando el vuelo que vamos a tomar no opera como fue anunciado en un principio. El viaje de cuarenta minutos se puede convertir en un día entero de espera, incomodidad e incertidumbre en un aeropuerto, con todos los perjuicios que conlleva el retraso para llegar al destino. Por ejemplo, es típico el caso de un conferencista a quien un auditorio entero está esperando y tal vez no pueda escuchar porque aquel no pudo tomar el vuelo como estaba programado, o la pérdida de una conexión aérea de un vuelo internacional.
Siempre que esto sucede hay una razón. En algunas ocasiones es responsabilidad de la aerolínea, y en otras, se da por condiciones que no dependen de la empresa de transporte.
La operación de la ruta aérea entre Manizales y Bogotá es mucho más compleja y difícil que casi todas las demás del país. Restricciones climáticas y la falta de operación nocturna en Manizales establecen límites que incrementan el número de vuelos que no pueden salir como lo indica el itinerario. A pesar de esto, en los peores momentos de la crisis que la operación de este vuelo registró entre julio del año pasado y principios de este, el 84% de los vuelos aterrizó en Manizales y el 16% llegó a Pereira o fue cancelado. Hoy la situación es otra, mucho más tranquila. La razón es una: ya están operando siete vuelos diarios en aviones ATR 72, los cuales tienen un 30% más de sillas que los anteriores Fokker y capacidades tecnológicas superiores. Hay que reconocer a Avianca la inversión de 240 millones de dólares (casi medio billón de pesos) para comprar 10 ATR 72, lo cual transformó sustancialmente la operación a Manizales y otras ciudades intermedias.
Sin desconocer que algunas veces la empresa puede tener la responsabilidad en fallas de la operación aérea, con todos los perjuicios que esto ocasiona, es preciso dejar claro que se ha ido construyendo una historia imprecisa respecto a las causas de las dificultades de la ruta Manizales-Bogotá, cuando éstas se dan. Son versiones que van haciendo carrera y se convierten en algo así como verdades no discutidas. Pero que no son ciertas, son invenciones.
Que se juntan vuelos, que deciden volar a Pereira porque les sale más barato, que dicen mentiras respecto a las condiciones climáticas, que cancelan vuelos arbitrariamente porque tienen pocos pasajeros, que los pilotos no son diestros y evitan aterrizar en La Nubia, y se llega a decir que el presidente de Avianca es de Pereira y por eso maltrata la operación a Manizales. Nada de esto es cierto. Las primeras conductas están prohibidas por las normas aeronáuticas e incurrir en ellas tiene severas sanciones para una aerolínea. Los pilotos que vuelan a Manizales son los más experimentados en su nivel según requerimiento de Avianca. Y ha sido la decisión de Fabio Villegas sostener la ruta a Manizales, pues ésta no deja utilidades para la compañía, o son muy pequeñas, así nadie lo crea.
Un consejo final, si se explora en la página de internet de Avianca con un mínimo de dos semanas de anticipación, se pueden encontrar muy buenas tarifas.
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