Estamos en el paradisíaco valle de Punaka. Entremos ahora a su fabuloso dzong, el más grande y bello de Bután. Primero fue una pequeña capilla con imagen de Buda hasta 1326. El actual edificio se construyó en 1637 y desde ese año se ha ido agrandando y embelleciendo con nuevos pabellones y salas. Sobra decir que ya dentro del recinto la exaltación es todavía mayor. Se diría que esta es la meca de la belleza de la arquitectura budista de Bután, Nepal, China y los otros países orientales donde el budismo ancló con fuerza. La fortaleza-templo ha sufrido a lo largo del tiempo de varias calamidades, una de ellas común a estos edificios de madera, los incendios. Ya explicamos que la multitud de velas encendidas en los altares junto a adornos y exvotos de tela facilitan los incendios. El último incendio que afectó a este dzong de Punaka ocurrió en 1986; en 1987 un fuerte terremoto dañó nuevamente el edificio y por último una riada producida por una avalancha en un lago de montaña afectó nuevamente la fortaleza en 1994. Luego de cada tragedia el edificio ha sido reconstruido. La religiosidad de los butaneses ha sido el factor definitivo en la tosudez de estas empresas de reconstrucción.
Para acceder al dzong es necesario cruzar el río sobre el cual se ha construido un precioso y preciosista puente en madera. Visité el mercado de la ciudad. Abundan las hortalizas de todo tipo, las plantas medicinales de toda clase y para todos los males y las yerbas alimenticias de todo tipo y sabor. El enorme recinto techado huele a plantas aromáticas. Allí encontré el famoso incienso de Bután, el más apreciado de todos los inciensos orientales y pude cumplir con encargos que me habían hecho amigos de Colombia.
En mi plan de viaje seguían ahora las llamadas Montañas Negras, zona recóndita, poco visitada por los turistas y habitada por gente de arraigadas costumbres tradicionales. Una de las dificultades para llegar a la región es la lejanía y otra la precariedad de la carretera, muy estrecha y que debe afrontar una gran subida y la correspondiente gran bajada.
Ascendimos así hasta Lawala. Ya dijimos que La significa collado o sea paso entre dos montañas. El paso se encuentra a 3.360 metros sobre el nivel del mar. Los bosques que rodean la carretera son magníficos. En este país no existen las talas. (Vayan los lectores observando más diferencias abismales entre este minúsculo país y el nuestro). Recordemos otra vez que la extensión de Bután es la mitad de nuestro departamento del Amazonas.
Estampemos aquí otras diferencias entre ambos países. En Bután se encuentra la marihuana por todas partes en jardines, al borde de los caminos, en los rastrojales. No son matas sembradas, crecen espontáneamente. Aquí nadie la fuma igual que en Nepal. En la época de los 60 y 70 del siglo pasado, época "gloriosa" de los hipies, Katmandu, la capital de Nepal, fue el paraíso soñado de los adictos a la yerba. Un libro célebre en este mundillo o submundo se titulaba: "Todos los caminos llevan a Katmandu". Había una calle y una plazoleta en esta ciudad, célebre entre los fumadores de la yerba. Conozco la calle. Ya en Katmandu nadie fuma marihuana, excepto algunos viejos que quedaron con el resabio de su juventud. Es más, los ocasionales adictos o turistas que lo hacen son mal vistos. Recuerdo que me impactó el hecho de ver algunas matas que crecían y crecen todavía al pie del muro que da la vuelta completa al palacio real y sus jardines.
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