Visitamos hasta donde nos permitieron, que no fue mucho, un "nunnery" o sea lamasterio de mujeres. Ya dije en otra crónica que no es propiamente muy gratificante ver a las monjas budistas, porque no se arreglan en absoluto. Seguimos al Talo Goemba donde un maestro impartía sus enseñanzas a una veintena de monjes sentados en círculo en el suelo. Visitamos el famoso templo de Changhagangk Lhakhang donde vimos a un grupo de monjes fabricando velas. En los templos budistas día y noche, velas, y lámparas de aceite están prendidas. Para culminar mi visita a Bután me faltaba visitar el más famoso templo-monasterio del país, el Takatshang Goemba, ubicado en un impresionante acantilado a 300 metros de altura sobre el valle de Paro y a 3.140 metros de altura sobre el nivel del mar. La imagen de este monasterio es a Bután lo que la torre Eiffel a París y la estatua de la Libertad a Nueva York. Sobrecogedor, de impresionante belleza, colgado arriba, pegado de las nubes. Hablando como se expresan los ignorantes (que los hay por millones) el monasterio es superbello, supermaravilloso, superimpresionante, o rebello, relindo, reimpresionante. Toda la noche anterior llovió y yo estaba preocupado pues quería hacer el famoso ascenso con tiempo despejado. Todas las guías previenen a los visitantes sobre la dificultad del ascenso y les hablan del peligro de la falta de oxígeno. Obviamente yo me reía calladamente de la advertencia. Subí como siempre, tranquilo, relajado, sin problema. El camino asciende entre bellos bosques. Todo estaba nublado y yo estaba triste pues las vistas del "nido del tigre" son bellísimas y no iban a ser posibles las fotografías. El Guru Ringpoche voló hasta las altas rocas montado sobre un tigre y allí permaneció tres meses meditando. Entonces se construyó el templo-monasterio.
A medio camino hay una cafetería desde la cual se obtienen impresionantes fotos del monasterio, situado al frente, allá arriba. Nada, todo nublado. Los que subían, varios americanos, ingleses y franceses, estaban desolados como yo.
Ya frente al templo y a la misma altura, pero separado de nosotros por un abismo, tampoco se despejaba. Tristeza general.
Se bajan en seguida un centenar o más de escalones, se pasa casi debajo de una cascada de impresionante altura que se desgaja por un agujero de roca y deja bastante mojados a los caminantes y se vuelven a subir escalones y escalones hasta llegar al monasterio. En una habitación a la entrada se deben dejar las cámaras. Se sigue al monasterio, a lo apoco que dejan visitar, prácticamente nada. Al regreso en la cafetería almorzamos y esperamos un rato que se despejara la montaña. Nada. Los extranjeros se cansaron y siguieron descendiendo. Yo me armé de tenaz paciencia, rezaba y rezaba y después de una hora el templo se despejó. Una visión celestial. Me quedé media hora contemplando esta construcción pegada a paredes verticales. Es algo increíble. Dicen que la construyeron seres sobrenaturales.
Al bajar al valle de Paro desde todas partes veía el monasterio allá arriba, como nido de águilas, o mejor como "nido del tigre". Ya por la tarde se despejó el Chomolhari, la montaña más bella de Bután, de 7.314 metros de altura sobre el nivel del mar. Blanca toda ella, un copo de nieve que brillaba con la luz del atardecer. Se encuentra en la frontera norte con China. Al día siguiente, entre montañas peligrosas nos sacó el piloto y durante casi una hora a mi derecha llevaba toda la cadena nevada del Himalaya con sus 14 picos de más de 8.000 metros y miles de picos de más de 5.000. Aterrizamos en Delhi, India. Así terminaba mi visita al reino de la felicidad.
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