Los ingleses durante el Raj Británico dejaron muchos monumentos y construcciones al estilo victoriano en Solan. La iglesia, gótica ella, parece trasplantada de la campiña inglesa. El viaje por carretera hasta Shimla dura tres horas. Y la carretera sube y sube.
Desde lejos se veían casas colgadas unas encima de otras. Sí, estábamos llegando a Shimla o Simla, la capital del Estado de Himachal Pradesh.
Ya más cerca gozamos de la impresionante visión. Shimla sí es la "Ciudad de las Siete Colinas". Se necesita mucha imaginación para ver en Roma las colinas; en Jerusalén sí es visible el Monte Sión. El espectáculo es sobrecogedor, con todo el sentido positivo de este adjetivo. Son altísimas colinas que se levantan 300 metros sobre sus bases o mejor sobre los estrechos valles o corredores que hay entre ellas. La altura de la ciudad sobre el nivel del mar es de 7.866,10 pies, según las medidas inglesas, o sea 2.397,56 metros de nuestro sistema métrico decimal. Hablaba de espectáculo sobrecoger por la extraña y singular belleza de las construcciones levantadas en los filos y de allí hacia abajo hasta cierta altura, de modo que las casas y construcciones parecen construidas unas encima de otras. Abundando en la idea, para decir lo mismo con otras palabras, colgadas las de abajo de las que están inmediatamente encima. Pero las construcciones solo ocupan el tercio superior de las faldas de las colinas. Para ir de una colina a otra se debe descender hasta la base y tomar la serpenteante carretera.
Comenzamos a subir la colina en la que se encuentra el hotel que me han asignado. Había varios kilómetros de carros alineados del lado del abismo. Pregunté a mi conductor si era que había por allí a esa hora algún espectáculo para que la gente dejara los carros estacionados así y me dijo que como arriba no hay espacio y no hay parqueaderos por la estrechez suma de los filos, entonces los pobladores deben dejar los vehículos en esas larguísimas filas y luego subir a pie o como puedan y al final del día repetir el recorrido en sentido contrario para tomarlos de nuevo. ¡Vaya faena!, pensé. Las vías son estrechísimas. Estrechísimas quiere decir que los vehículos que van y vienen pasan a escasos centímetros de distancia unos de otros; la gente se ha acostumbrado a eso y lo toma con paciencia. No vi gritos ni altercados. Muchas veces los carros deben retroceder algunas decenas de metros para dar paso a otros vehículos.
Desde mi hotel pasé varias horas contemplando los inmensos bosques que crecen en las colinas, un verdadero goce para el espíritu: robles, castaños, pinos y altísimos cedros del Himalaya, además de los rododendros. Este es el árbol típico del Himalaya y su nombre, según la etimología griega, significa árbol de rosas. También gozaba viendo las construcciones, unas encima de otras, en los abismos.
Shimla y su región pertenecieron a Nepal hasta
el siglo 19. Luego de la guerra anglo-nepalesa, de 1814 a 1816, pasaron a formar parte de la India. La historia habla del maharajá de Patiala que ayudó a los ingleses en esa contienda y ellos agradecidos lo dejaron en su cargo como maharajá de la región. Y un viajero de la época describe así a Shimla: "una aldea en las montañas en la que vive un faquir que da agua a los viajeros". Hermosa descripción.
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