Quedamos oyendo los graznidos de los cuervos en Gantey. Los sonidos son inquietantes y tétricos, y el plumaje del pájaro es totalmente negro. Se entiende perfectamente la fábula del cuervo y de la zorra, una de las más famosas, si no la que más, del fabulario de la literatura. Otra, tan famosa como esta, también tiene como protagonista a una zorra, la que no quería las uvas porque estaban verdes.
¿Recordamos la primera? Un cuervo (monsieur le corbeau) estaba "perché" en un árbol y tenía en su pico un pedazo de queso. Una zorra (maître renard) atraída por el olor se acercó al árbol y saludó al pajarraco diciéndole que era muy bello y que si su plumaje era igual a su canto, el cuervo era indudablemente el más bello huésped del bosque.
Envanecido el cuervo no cabía en sí de gozo y para mostrar su bella voz abrió el pico y dejó caer el queso. El cuervo agarró la presa y dijo al pájaro: Aprenda usted que todo adulador vive a expensas de aquel que le escucha.
En la parte más alta del pueblo se encuentra el goemba o monasterio y en las puertas de entrada hay tres pinturas que el guía me dice son de la más antiguas conservadas en Bután. Están deterioradas por el tiempo pero perfectamente se distinguen las figuras y se me antoja que son susceptibles de una buena restauración. El monasterio es muy grande y consta de la parte central, de las habitaciones de los monjes, de un sector para los huéspedes y de otro para la meditación.
Pema Lingpa, en una visita al valle en el siglo 15, profetizó que en este lugar se construirían un gran templo y un monasterio y que sus enseñanzas se expandirían teniendo como base el lamasterio. (Pema se llama mi guía en este peregrinaje por Bután). Pema Thinley, nieto y reencarnación de Lingpa construyó el templo en 1613 y el gran monasterio fue levantado por Tenzing Legpey Dhendup, segunda reencarnación de Lingpa. El actual lama del monasterio es Kumzang Pema Namgyal, que es la novena reencarnación de Pema Lingpa.
Detrás del goemba hay un muy modesto restaurante donde almorcé. Se pueden hacer muchas caminatas por el valle, largas y cortas. Llevan a aldeas, bosques, riachuelos, lugares todos en los que, me aseguran, el silencio, la soledad y la grandiosidad del entorno invitan a la meditación. El tiempo de mi visita al país no me lo permitía, pero me hubiera gustado recorrer estos caminos, en especial uno que llega hasta Domchoe Lhakhang y que es el más viejo templo del valle y de las Montañas Negras y que data del siglo séptimo. Lhakhang significa literalmente "casa
de dios".
Me cuentan que algunos lugareños que viven alejados nunca bajan a Gantey y son prácticamente autosuficientes allá en la montaña con sus yaks. De regreso, en la larga carretera para salir del valle nos cruzamos con una comitiva compuesta por cinco vehículos que llevaban a la hermana del rey.
Los bosques estaban ahora nublados y me recordaron a los que en Colombia llamamos precisamente "bosques de niebla o de cordillera". Al entrar al hotel en Thimpu la música ambiental era de Chopin, mi pianista preferido.
Mi emoción fue grande pues recordé que en la novela "Los horizontes perdidos" de la que hablamos en una de las primeras crónicas de este viaje y que da su nombre de Shangri-la al paraíso perdido de la felicidad en el Himalaya y con el que se ha distinguido precisamente a Bután, en esa novela digo, un monje interpreta al piano unas melodías que dicen ser de Chopin y que son desconocidas.
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