Todos supimos de la India desde muy niños cuando estudiamos que Colón iba para allá pero se topó con las Indias Occidentales.
Otro episodio de mi infancia trajo a la lejana e increíble India a mi natal Armenia. Eran los años finales de la década de los 40. A mi padre le gustaba oír noticias todas las noches. Eran esos radios que hoy son piezas de museo y que funcionaban con bujías y que había que esperar que se calentaran. Tenían un dial que según se lo moviera iba pasando por las más importantes ciudades del mundo que estaban allí destacadas. Recuerdo perfectamente que la radio hablaba de un señor que tosía y que pedía un vaso de agua y que llevaba ya muchas horas en ese estado. Le pregunté a mi padre por esa noticia tan extraña y me explicó que Mohandas Gandhi hacía ayunos para lograr la independencia de la India de Inglaterra.
Pasarían los años, ¡todo pasa!, ¿no?, y Gandhi se convertiría en uno de mis personajes preferidos en la historia, al punto de que considero que después de Jesucristo es el ser más admirable y maravilloso que ha pisado la tierra. Agradecidos, los indios lo apodarían Mahatma, que quiere decir Alma Grande.
Otro tema que me "unió" a la India, no ya en mi infancia sino en mi juventud, fue el del colonialismo británico. La historia de los ayunos y de los vasos de agua de Gandhi me había quedado guardada en algún lugar de mi memoria y entonces decidí aprender más sobre la India. Y lo hice a mis 15 años. Supe entonces de la famosa Compañía de las Indias Orientales, que fue un grupo de ricos ingleses que pidieron en 1600 a la reina Isabel I la exclusividad para hacer negocios con la India. Ella les dio el permiso por 15 años y luego lo alargó indefinidamente. Todos los países europeos codiciaban las inmensas riquezas del Indostán y todos entraron con sus compañías. La más famosa de ellas fue la británica. La tal compañía adquirió mucha fuerza y prácticamente llegó a dominar a la India. En 1858 ante los brotes de los indios que querían independencia decidió retirarse y sus dominios quedaron directamente bajo la corona inglesa. Así se convirtió la India en la más "preciada" colonia del imperialismo británico. La más preciada y también la más explotada. Esta etapa desde 1858 hasta 1947, año de la independencia de la India, se denomina el Raj británico, o sea el dominio británico. En mi juventud estudié, pues, largamente la accidentada historia de la India, historia que me apasionaba.
Estoy recordando los lejanos episodios que me "unieron" a la India desde mi niñez y juventud. El último, ya tenía yo unos 25 años, fue mi contacto con la poesía intimista, delicada y llena de misticismo de Rabindranath Tagore. Fue amigo de otro de mis poetas preferidos, el británico W.B. Yeats. En 1913 le concedieron el Premio Nobel de Literatura siendo el primer no europeo en recibirlo. De la obra maravillosa de Tagore quiero recordar un verso que desde que lo leí se me grabó en la memoria: "El árbol responde al hachazo del leñador con una lluvia de flores".
Hasta aquí mis recuerdos de juventud. Más tarde vendría la historia del río sagrado del Ganges y su paso por Benarés o Varanassi. Todo el universo de la India y del hinduismo me ha fascinado. Ahora, invitado por su gobierno, volvía al increíble país, esta vez al norte, en la frontera con China y en los repliegues meridionales de los Himalayas.
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