Quizás no existe en la publicidad de turismo que hacen los países, un lema o reclamo más ajustado a la realidad que el que proclama la India. "Incredible India", así reza. Y ¡vaya si es increíble! Acabo de regresar de allá, invitado por su gobierno. Mis fieles lectores saben de mi lista de prioridades a la hora de visitar países sobre la faz de la Tierra. Estos son los seis primeros y las razones de la escogencia las he dado ya a conocer al menos dos veces. Egipto, Grecia (mundo helénico), Turquía, India, China, Marruecos.
India atrae como el imán al hierro. Sí, India tiene magnetismo. Era mi tercer viaje a este llamado sub continente indio. Ojalá la vida me permita volver y volver. La India es maravillosa, es muy grande y sorprende en todos sus lugares.
Vayamos a mi niñez. Por influencia de mi padre, un arriero antioqueño del que me enorgullezco y de mi madre, muy sensible y espiritual ella, desde muy niño sentí el llamado de la naturaleza. Luego del rezo del rosario, todas las noches en mi casa de Armenia, yo pedía a mi padre que me contara historias de su vida andariega. Eran historias de arrierías, de mulas desbocadas, de noches de luna, de serpientes, de mozas lindas en las posadas, y también de tigres. Los había en esos tiempos en los caminos de Antioquia y del Viejo Caldas y por supuesto en la región del Quindío y más de una vez los arrieros se toparon con ellos en las trochas. Todo ello encendía mi imaginación infantil. Ya no soy un niño… pero sigo con la imaginación encendida.
En esa época se inició mi amistad lejana, llamémosla así, con la India. Primero por los tigres y luego por los lobatos.
Mi padre me habló de los tigres de Bengala, allá en la India.
Ya con más años leí libros de aventuras de los cazadores de tigres de la India, de Bengala y del Valle Sagrado de Kumaon. Recuerdo mucho a Jim Corbett, entre otros. Supe que no es lo mismo un cazador que un asesino de animales.
Supe que el verdadero cazador respeta a su presa y en ocasiones se niega a matarla.
Yo fui lobato de la tropa Scout del Colegio San José de los Hermanos Maristas de Armenia. Era la historia de Mowgli, el niño educado por los monos, los bandarlog. Y era la historia de baloo, de sherekan y demás animales de la jungla, del mundo de Rudyard Kipling. Devoré por supuesto todas las obras del premio Nobel inglés, afincado en Bengala, escritor imperial. Algún día, me dije, debo ir a la India.
Con los años, cuando la montaña y su entorno mágico su fueron apoderando de mi ser, de mis gustos y de mis "diversiones", los Himalayas surgieron en mi mente como míticos reinos de la felicidad. Y entonces eran no solo Nepal y las montañas del Karakorum, sino también el norte de la India que acaricia la poderosa cadena montañosa por el sur. Volvamos a la infancia…de donde nunca deberíamos haber salido.
"Oh quién pudiera de niñez temblando a un alba renacer. Pero la vida está pasando y ya no es hora de aprender". Bello, quizás el más bello verso de Porfirio Barba Jacob. En fin, que ya no somos niños. En los libros de geografía de mi niñez sobre cada continente colocaban los dibujos de sus animales más representativos. Recuerdo perfectamente la envidia que sentía cuando en Asia y más específicamente en la India colocaban tigres y elefantes y en Suramérica, ranas….Sentía envidia. La vida me fue enseñando que para los ecosistemas y la tierra son tan importantes las ranas como los tigres, pero en esa época de mi vida no lo sabía. "Incredible India", seguiremos hablando de ella.
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