El descenso de la isla Carestía o Guahibos fue lento y cuidadoso. En paredes verticales o casi verticales es más fácil subir que bajar. En los descensos suelen ocurrir los accidentes. ¿Por qué? En esto de la escalada se conjugan dos fuerzas: una que va hacia arriba y la pone el alpinista y otra que tira hacia abajo. Cuando se sube las dos fuerzas se contrarrestan. Cuando se baja, las dos fuerzas tiran hacia abajo. A ello haya que añadir el cansancio acumulado de la escalada. Regresamos a Tambora, que fue nuestra base en estos días para las excursiones. Al hacerse el desalojo del famoso y temido Bronx de Bogotá las autoridades y la ciudadanía no sabían, y no saben todavía, qué hacer con los indigentes, los drogadictos y los maleantes y algunos propusieron que los llevaran a Tambora para rehabilitarlos. La idea se desechó. Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a visitar Caño Peinilla. Bajamos el Orinoco, entramos por el Río
Tomo y visitamos uno de sus afluentes, Caño Peinilla. Subimos a un cerro ubicado sabana adentro y desde él tuvimos unas vistas espectaculares de la llanura y sobre todo de varias matas de monte, redondas, como si las hubieran trazado con un compás. Roosevelt, siempre diligente y magnífico anfitrión, nos había llevado fruta fresca y bebidas frías que se agradecen mucho cuando la temperatura ronda los 35 grados. La cima chata del cerro se la reparten una larga explanada de roca limpia y un bosque tupido, cuya vegetación es la típica de estos tepuyes del Orinoco. Un zorro, oculto en un matorral, se asustó al vernos pasar y salió corriendo a perderse en el bosque. Este Parque Tuparro fue creado como territorio faunístico en 1977, luego se convirtió en
Parque Nacional y es además Reserva de la Biosfera. Es triste comprobar, sí, que a diferencia de los Parques Naturales de Costa Rica, país que es modelo en manejo ambiental, en nuestros Parques casi no se ve fauna. La hay, y mucha, pero no se ve. En Costa Rica sí. ¿Razones? Muchas. En Costa Rica, por ejemplo, está prohibida la cacería y allá la ley se cumple. Los animales salen a los caminos. En este país tuve una experiencia memorable en el Rancho Margot, finca totalmente autosostenible. Estando allí una noche apareció un jaguar y mató dos terneros y una vaca.
El dueño estaba muy preocupado, no por los animales muertos, sino porque de pronto los vecinos mataran el tigre. Este hecho marca ya definitivas diferencias entre Costa Rica y Colombia. Al día siguiente nos dispusimos a descender el Raudal de Atures. Todos teníamos una mezcla de sentimientos entre emoción, cierta dosis de disimulado miedo y deseo de algún “chute” de adrenalina. Los dos grandes raudales del Orinoco en esta área son el de Maipures, del que ya hemos hablado y este de Atures. El primero es muy peligroso y no se puede navegar. Los que forzosamente deben pasar por él deben arrastrar la canoa por las orillas. El de Ature no es tan peligroso, pero por eso mismo, porque se le puede navegar, tiene muchos muertos. En el puerto de Garcitas iniciamos el paso del Raudal. El peligro se debe a fuertes chorreones y a las enormes piedras que se encuentran en la mitad del río. El descenso duró cuatro horas largas, muy largas.
Tuvimos que bajarnos varias veces de la voladora en los pasos más complicados, para que el motorista, él solo, ya aligerada la canoa de nuestro peso, pudiera sortear sin peligro los chorreones. El raudal ofrece, desde luego, un espectáculo de belleza impresionante.
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