Qué inmenso placer produce la lectura de los autores que en Grecia y en Italia le entregaron a la humanidad aportes eternos. Pasarán los siglos y Homero, Virgilio, Sófocles, Hesíodo, Esquilo, Eurípides, Ovidio, Suetonio, seguirán iluminando con resplandor cenital, a través de sus obras imperecederas.
Si hoy aparecieran en las vitrinas por primera vez "La Odisea" y "La Ilíada" de Homero, "La Eneida" de Virgilio, "La Teogonía", "Los Trabajos y los Días" y los "Himnos Órficos" de Hesíodo, "Las Metamorfosis" de Ovidio, "Edipo Rey", "Edipo en Colono" y "Antígona" de Sófocles, "Prometeo Encadenado", "Los siete sobre Tebas", "La Orestíada", "Agamenón", "Las Coéforas", "Las Euménides", "Las Suplicantes" y "Los Persas" de Esquilo, "Vidas de los Doce Césares" de Suetonio, "Medea", "Las Bacantes" y "Efigenia en Aulide" de Eurípides, se produciría un impacto universal. Son contribuciones sublimes a la ansiedad intemporal del ser humano. Literariamente perfectas, asombrosamente imaginativas, cargadas de reflexiones y enseñanzas. Leerlas es sumergirse en una piscina de aguas vivificantes.
Qué dimensión tendría la cultura en ese lejano entonces, qué acopio de conocimientos previos, qué ejercicios estilísticos se harían, qué sabidurías serían asimiladas reflexivamente, para culminar en partos fascinantes y en cantos que jamás se olvidarán. Grecia e Italia resplandecen, colocadas en un paraíso de gloria. Con las rodillas dobladas mentalmente, con fruición temblorosa, se sumerge el lector en esas ínclitas islas de luz, salidas de cerebros que bordean el milagro.
"La Ilíada" de Homero centra el relato en la Guerra de Troya. Desfilan por ella los recuentos de muertes atroces; corceles que viajan por los aires; la presencia de Helena como epicentro de los vaivenes bélicos; el coraje de Aquiles, guerrero insustituible, decisorio en la fenomenal trifulca. Solo la presencia de éste en la contienda define la confrontación a favor de los aqueos.
"La odisea" se explaya en la conducta extorsionadora de los enamorados de Helena, quien teje y desteje un inmenso lienzo, en espera del regreso de su amado Odiseo, combatiente en la Guerra de Troya. Horroriza la infame muerte de Agamenón a manos de su mujer Clitemestra, amacebada con Egisto; la transfiguración de Odiseo en mendigo; la emulación de Circe y Calipso que se peleaban a Eneas por esposo; la historia del monstruo Polifemo; en fin, la muerte horrible de los pretendientes de Helena.
Las dos obras son excelsas. Homero usa un lenguaje altivo, matizado de himnos, con emotivos apólogos intercambiados entre los combatientes de aquella guerra que se prolongó por diez años. Las cosas no aparecen por encanto en el mundo intelectual. Necesariamente la época de Homero fue de muchas iluminaciones, de libros y de perseverantes devociones por la cultura.
Para Dante, Virgilio fue "mi maestro y mi autor predilecto". Atrae en "La Eneida" el encadenamiento de sucesos, todos superados por Eneas y sus compañeros, después de padecer el desastre troyano. Vuelve a surgir el endriago horroroso de Polifemo; se narra el enfermizo amor de Dido por Eneas, que la conduce al suicidio; detalla la guerra del ejército troyano contra el latino y la muerte que le da Eneas a Turno. Es infinitamente majestuoso su estilo, más la amenidad, más la soltura literaria, más la excelsitud de sus cantos.
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