Este fantoche tiene las líneas físicas de un gigoló. Es alto, rubicundo, bucles artísticamente peinados, con dedos de pianista húngaro. Viste como un lord. Trajes confeccionados en Londres, corbatas italianas, mancornas de oro. Sabe impostar la voz, saluda efusivamente y contagia con su optimismo. Es accionista de clubes exclusivos a los que invita, con derroches de petrólero árabe, a sus amigos perplejos. Obnubila con sus demostraciones de potentado. Lo adorna una sonrisa bonachona y sabe fabricar castillos de bonanzas pródigas. Esos destellos de opulencia, le sirven de antesala para embarcar a los incautos en fantasiosos negocios de ilusoria rentabilidad.
Él y su comparsa eran intocables. Centelleaban prosperidad y los crédulos buscaban su alero para entregarles los ahorros de sus vidas. Rodrigo Jaramillo y su hijo Tomás, Juan Carlos Ortiz, Alessandro Corridori y Víctor Maldonado, asaltaron la dirección de Interbolsa para organizar una pandilla criminal. Timaron en más de trescientos mil millones de pesos. Están en los panópticos.
Éstos, embaucaron al electorado para llegar a la Alcaldía de Bogotá. Samuel Moreno y su hermano Iván, ¡cochinos herederos del general Rojas Pinilla! estudiaron la estrategia perversa para robarse los fondos del Estado. Nombraron secretarios serrucheros, metieron el estiércol del diablo en los bolsillos de los concejales, y en concierto asaltaron los caudales del Distrito. Han corrido muchos años y esta desprestigiada justicia, con paso paquidérmico, parece que busca favorecer a los bandidos con insólitas prescripciones…
Bajo la sombra del Poderoso hubo un derroche inaudito de apestosa delincuencia. El general del Ejército Mauricio Santoyo Jefe de la seguridad de Palacio, siendo presidente el Autócrata, está -hoy- confinado en una cárcel de los EE.UU. por narcotraficante. El general de la Policía Flavio Buitrago Delgadillo, edecán al servicio del Intocable, está preso en las mazmorras por su adicción al crimen. Jorge Noguera en cuya residencia pernoctaba el señor cuando visitaba la Costa, nombrado por él en la Dirección del DAS y después cónsul en Italia, paga condena por ser autor intelectual de un homicidio y por otras fechorías cometidas desde su cargo. María del Pilar Hurtado, también directora del DAS, amparada por un asilo en Panamá, hoy duerme, sin libertad, entre cuatro paredes para purgar dolosos favores. Bernardo Moreno, secretario general de Palacio al servicio del que sabemos, condenado por sus desmanes punibles. Andrés Felipe Arias, inflado ministro de Agricultura y consentido del anterior gobierno, sancionado con prisión por abusos con el dinero público. Se fugó del país y lo busca la Interpol. Sabas Pretel y Diego Palacio, ministros, gestores de un cohecho, aguardan la inevitable sanción por la ideación, dirección y ejecución de una impúdica trapisonda al margen de la ley. Luis Alfredo Ramos, quien iba a ser el candidato presidencial del Centro Democrático (no Zuluaga), fue señalado por la Corte Suprema de Justicia como un indiciado de alta peligrosidad, dados sus nexos con grupos subversivos. Manuel Alfredo Cuello, nombrado como Superintendente de Notariado y Registro, fue estigmatizado por corrupto. Trocaba investigaciones disciplinarias por vacas. Mario Uribe, primo hermano del Príncipe, ya purgó en las mazmorras sus extravíos penales. Una señora Cifuentes, cuñada del expresidente y una hija suya, sobrina del mismo, pagan cárcel en los EE.UU. por pertenecer en Colombia, a un cartel de la droga. A Julia Emma Garzón de Gómez, Jorge Alfonso Flechas Díaz y Angelino Lizcano Rivera, magistrados de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, la Honorable Corte Suprema de Justicia los fichó por el comportamiento doloso en delito cometido por una legisladora. Es una agresión inaceptable, saber que la Comisión de Acusación de la Cámara, en siete años, nada ha hecho para favorecer así, con la prescripción, a estos malhechores empotrados en las magistraturas. Da grima que en una campaña presidencial hayan escogido como "director espiritual" a Luis Alfonso Hoyos, sujeto sancionado por la justicia. Nunca podrá regresar al parlamento por una picardía que cometió siendo senador. Ahora tambalea en los estrados Jorge Pretelt, indigno presidente de la Corte Constitucional. Conquistó esta jerarquía por ser servidor incondicional de quien se ranchó en el poder por dos cuatrienios.
Estos pingüinos que en Colombia se han pavoneado como privilegiados seres extraterrestres, son -todos- delincuentes de cuello blanco.
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