Todos los parlamentarios con sus huestes votaron a favor de Santos. Ninguno por Zuluaga. Ellos sacaron 62.695 votos, Zuluaga 140.644. Esta es la verdad electoral. Dos fuerzas políticas sumaron los sufragios por el candidato perdedor: el Centro Democrático y el Partido Conservador que sigue las orientaciones de Ómar Yepes Alzate.
¿Qué consecuencias trae este nuevo panorama? Es posible (apenas posible) que, hacia el futuro, puedan seguir aglutinados Lizcano, Penagos, Sierra, Castaño, Franco y Arturo Yepes, la línea santista del departamento. Todos son disímiles. Lizcano ha demostrado tener más votos por fuera de Caldas que aquí en su tierra. Es ambicioso e inteligente. Penagos es el sol naciente. Además de contar con el afecto demostrado del presidente, logró penetrar su nombre en todos los municipios. Sierra tuvo un fuerte bajón. Perdió la Cámara en las elecciones parlamentarias y los diputados lo abandonaron. Castaño es el nuevo rey en el liberalismo. Es largo y generoso en el manejo del dinero. Fue injusta la democracia con Adriana Franco. Se merecía, por mil títulos, ser senadora. Es combativa, aguerrida, oradora. Su mala suerte repercutirá gravemente en la lealtad de sus seguidores. Finalmente Arturo Yepes. Alimenta una voracidad incontenible de poder. No sé cómo podrá recomponer las relaciones con su hermano Ómar después de haber puesto en duda la paternidad biológica de su hija Marcela. Arturo trató de enlodar el torrente de su propia sangre con desfachatez ligera e irresponsable. La madre de la importante hija, indignada, hizo un adolorido reclamo por lo miserable de la ofensa.
En el otro bando está el conservatismo que comanda Ómar Yepes Alzate y el Centro Democrático de Óscar Iván Zuluaga y Adriana Gutiérrez. En el inmediato futuro, ¿trabajarán juntos? ¿O las viejas heridas no han cicatrizado y son todavía agua y aceite?
Es grande el patrimonio electoral de Zuluaga. Se injertó como líder de un inmenso caudal de simpatizantes en toda la nación. Mientras conserve esas querencias, gravitará vigorosamente en el acontecer del país. Los que seguimos con lealtad inextinguible a nuestro jefe Ómar Yepes, estaremos atentos a la evolución dinámica de la política para hacer presencia en el quehacer del cada día.
¿Problemas? Sí. Nada queremos con el señor Uribe, ni tampoco con el fundamentalista hipócrita de Pensilvania. En Caldas no necesitamos acudientes espirituales. Ya votamos por Zuluaga y si el jefe Yepes lo ordena, seguiremos sufragando por él.
En esta geografía está ubicado el Cabo Cañaveral de Óscar Iván Zuluaga. De aquí despega su cohete espacial. No puede permitir que sea fuerte electoralmente en el resto de la geografía colombiana, y débil en su departamento. Caldas es la joya de su vida pública.
Estamos en la época de las alianzas políticas. Laureano Gómez fue un contendor agrio del liberalismo. Lo llamaba el basilisco. Sus intervenciones eran un botafuego calcinante contra sus adversarios. Por su parte, el liberalismo nada quería con el conservatismo. Carlos Lleras llegó a prohibir a sus correligionarios saludar a un conservador. No obstante esa ojeriza mutua, por voluntad reflexiva de los dos partidos, surgió el Frente Nacional. En la tregua pactada por 16 años, con alternación en la Presidencia de la República, se convino que el conservatismo escogería el candidato para el primer cuatrienio. Esa determinación fue variada por Laureano Gómez quien prefirió que Alberto Lleras, su antiguo rival, iniciara la nueva era. Carlos Lleras engavetó su emotividad sectaria y, aquejado de grave enfermedad, en una camilla de hospital y con voz de ultratumba, ordenó a los liberales votar por Misael Pastrana el candidato conservador.
Ese es un ejemplo maravilloso que puede ser puesto en práctica en esta ínsula de Caldas. En política no hay enemigos. Solo adversarios ocasionales que mañana pueden ser nuestros aliados.
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