¿Cuando ves a alguien te preguntas qué pasa por su cabeza? Esta es la primera frase de la película ‘Inside Out’, ‘Al revés’ o como se titula en español ‘Intensamente’ que de una manera colorida y muy divertida muestra el valor de las emociones y también el caos cuando alguna de ellas se instala o se esconde.
Al principio parece que la protagonista fuera la alegría, que está revoloteando por todas partes, tomando el control y haciendo a un lado al resto de sus compañeros que son tristeza, miedo, furia y desagrado. Pero la guerra parece ser con tristeza que, según alegría, cada vez que toca un pensamiento lo destruye.
De una manera muy bella la película va mostrando como alegría, que es divertida, creativa y persistente, no hace la felicidad y que, para ser felices necesitamos la tristeza, que nos conecta con el valor de lo que es importante y que mantiene viva la memoria. Al final, es claro que es importante un balance de todas las emociones y cuando una sola toma el control nos perdemos de la vida; cuando hay que poner límites nos ayuda la rabia, ante el peligro es el miedo quien nos cuida, a veces necesitamos divertirnos y encontrar nuevas posibilidades y allí está la alegría, pero siempre, necesitamos la tristeza porque es ella la que nos recuerda lo que realmente importa.
El valor de la tristeza, dentro de las emociones humanas, no solo es un tema de ficción en la película de Pixar que, vale la pena mencionar, fue elaborada con el apoyo de científicos expertos en emociones humanas. El pasado 30 de septiembre, salió en el Espectador una entrevista al epidemiólogo y psiquiatra Carlos Gómez Restrepo, a propósito de los resultados de la encuesta nacional de salud mental 2015. Con el título ‘Solo tres de cada diez colombianos reconocen la tristeza’, el artículo dice que, en uno de los países más felices del mundo, el 20% de la gente ha recibido tantos golpes que ya no les duele y la mayoría es incapaz de reconocer emociones básicas en el rostro del vecino.
Cuando le presentaron a 15.351 entrevistados tarjetas con imágenes de rostros que expresaban felicidad, tristeza, sorpresa o asco, la mayoría falló en la respuesta y aunque el 90% reconoció la alegría, la mitad identificó la sorpresa y solo la tercera parte detectó la tristeza. El director de la encuesta se pregunta: ¿Cómo podemos pensar en la paz y en una mejor convivencia en nuestro país, si no somos capaces de reconocer el sufrimiento del otro?
Aunque suene extraño y algunos tengan dificultad para reconocerlo, la felicidad de un ser humano no es producto de estar alegre todo el tiempo; la alegría permanente puede ser una forma de desconectarse de la realidad y evadir situaciones complejas que, si tenemos el valor de reconocerlas, pueden generarnos aprendizajes importantes.
Parece que la verdadera felicidad es el resultado de sentirse en paz, esto es encontrar el balance entre las distintas emociones; estar triste por las cosas importantes que perdemos, reconocer lo injusto y tener el valor de poner límites a situaciones que atentan contra nuestra dignidad, identificar el peligro y protegernos cuando estamos al borde del abismo; y también, sonreír y disfrutar la belleza y los colores de la vida. Estamos en paz cuando aprendemos a reconocer y aceptar nuestras emociones; es esta aceptación la que nos permite conectarnos con el dolor del otro, con su rabia, con su miedo, con su tristeza, con su vulnerabilidad y abrazarlo cuando se siente solo.
Es hora de rescatar la película de Disney, pero también de mirar en nuestro interior y preguntarnos qué pasa con nuestras emociones, individualmente y como sociedad. Podríamos empezar a ponerle emociones y rostro a las cifras de pobreza, inequidad, maltrato infantil y otras situaciones complejas de nuestra sociedad, para encontrar otras formas de solucionarlas. Las emociones nos mueven a la acción y sin emociones no somos capaces de avanzar, así que, yo los invito a que miremos ‘al revés’ y exploremos ese interior oculto para despertar e invitar las emociones a nuestra conversación sobre los dolores y posibilidades para nuestro territorio.
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