La humanidad ha sido protagonista y, a la vez, escenario de todo tipo de atrocidades y barbaries. Incluso, muchas de las normas jurídicas, religiosas y sociales que nos imponemos buscan, justamente, controlar esos arranques de odio encarnizado entre miembros de la misma especie.
Sin embargo, pasados 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, los ataques xenófobos acompañados de violaciones y vulneraciones de los derechos humanos siguen siendo sistemáticos. Resulta especialmente contradictorio que descendientes de los sobrevivientes de los campos de concentración nazi sigan enseñándose contra el pueblo palestino, acusándolos de defender y auspiciar terroristas. Paradójicamente, se argumenta lo mismo en la frontera entre Venezuela y Colombia, donde en las últimas semanas los refugiados y migrantes colombianos han sido deportados o desplazados siendo acusados de proteger y ayudar a grupos paramilitares y contrabandistas, o de pertenecer a ellos.
Mientras tanto, en el país que “se inventó la libertad” como lo señaló su actual presidente cuando ganó la primera elección, la nueva campaña electoral está centrada en la permanencia o no de los trabajadores migrantes en su territorio. Suena muy extraño que ese Estado, que se edificó y desarrolló con el trabajo de irlandeses, chinos, holandeses, suecos, polacos, rusos, italianos, japonenses, entre otros, se sienta con la libertad de cuestionar, hoy, el aporte que hicieron al desarrollo de su Nación. No quedan claros los motivos por los cuales puntea en las encuestas del Partido Republicano para la presidencia de los Estados Unidos un señor que, desconociendo la historia de su país, considera que los migrantes solo contribuyen a la ilegalidad y al desorden.
Así también, Europa, la que proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad, levanta muros y alambradas, intensifica controles marítimos y lanza gases lacrimógenos contra los refugiados sirios, afganos y libios, principalmente, ciudadanos de regiones que durante años fueron colonias explotadas, empobrecidas y subyugadas por naciones europeas. Alemania y Suecia han sido los países que han prestado mayor acogida a los refugiados en este último año, sin embargo, un 44% de los alemanes está en contra de la política abierta de asilo y grupos xenófobos han prendido fuego en algunos hogares establecidos para los refugiados.
No deja de sorprenderme que a 70 años de la proclamación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Oficina de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) tenga que recordarles a Israel, Venezuela, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, España, el Reino Unido, Grecia, Macedonia, Hungría, Austria, Serbia, entre muchos otros, que los refugiados y migrantes son seres humanos y que por esa sola condición merecen un trato digno.
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