Realizando una investigación sobre el Centro Histórico me encontré en la Voz de Caldas, periódico que circuló entre los años 1926 y 1934, una noticia que poco tenía que ver con mi investigación, pero que me llamó mucho la atención: se anunciaba el 24 febrero de 1926 la creación de una junta para construir el Hospital Departamental. Participaba en esta iniciativa "ciudadana" toda la sociedad manizaleña, toda la plana mayor, toda la "alta sociedad", exministros, exalcaldes, exgobernadores, señoritas, empresarios, constructores, directores de periódicos, literatos, todos asumieron un papel en ese engranaje creado con el fin de sacar adelante ese urgente proyecto. Debo advertir que el gran incendio había sucedido pocos meses antes y el centro comercial y administrativo de Manizales se había convertido en un gran campo de escombros que abarcaba 30 manzanas.
¿Ese tipo de iniciativas sería hoy en día posible? Yo respondería que no. Y eso no debido a falta de civismo, si no a un cambio que dio el Estado. Un cambio interno, al parecer poco visible para el ciudadano, que alteró las reglas del juego. Según la Constitución del 91 somos una democracia que se jacta de participativa, pero lo que se le dio como participación al ciudadano fueron una serie de recursos para defenderse del mismo Estado, como lo es la tutela. El Estado se postuló como único ente apto para dirigir a la sociedad. Los planes de desarrollo y una economía planificada hicieron imposible que el ciudadano participe en la "construcción" del Estado y por ende en la inversión de los dineros. Entonces el desvío se debe buscar más atrás. A los ciudadanos pudientes se les quitó toda responsabilidad social, y los menos pudientes fueron entregados a los políticos para que con su voto legitimaran los gobiernos autócratas. Las fuerzas vivas fueron aisladas y proscritas, y un Estado tecnócrata "captó" al Estado dejando al ciudadano como espectador y contribuyente en lo que se refiere a impuestos. El Estado fanfarreó que él todo lo haría, y la población incauta y feliz de poder delegar en un tercero, se creyó el cuento.
Un pequeño ejemplo de la templanza de nuestro tipo de Estado: surge la guerrilla para defender al campesino de los terratenientes, y poco después surgen las autodefensas para proteger al terrateniente de la guerrilla. Y el Estado y sus grandes planes, por ningún lado. En Manizales quedan en forma de la SMP las ruinas de esa otros tiempos, ese tipo de plataforma hoy es obsoleta porque el Estado no les da radio de acción.
Por supuesto el hospital, para atender a enfermos de todo el Departamento que en esas época incluía a las tierras al sur, hoy Quindío y Risaralda, fue inaugurado y fue ese mismo Hospital Universitario que quebraron, desaparecieron los funcionarios estatales locales que sí supieron encontrar los puntos donde apalancar sus intenciones nefastas e irresponsables, y vencer al Estado compuesto por dictámenes de técnicos provenientes de la lejana capital que determinan qué es bueno y qué es posible en departamentos que poco se parecen entre ellos y cuyas condiciones discrepan con su bello Altiplano. También la ciudad asolada por el fuego se reconstruyó más bella, y urbanísticamente más sólida, gracias a la actuación conjunta de ciudadanos y ciudadanas consientes de su trascendental papel como actores de la vida política y el Estado que aportó el marco legal.
Nos rige un Estado inepto y absoluto donde el Presidente de la República es un semidios, un hombre con un poder desmedido, igual que sus sustitutos a nivel departamental y municipal. Tenemos un Estado que mantiene a la población al borde del colapso, que no se desintegra porque, como un estudiante malo, cada vez con un esfuercillo logra ganar la materia, pero que nunca se interesa por aprender de verdad. ¿Qué hace el Estado colombiano bien? Nada, son medianías ejecutadas basadas en el poder que les otorgamos a los políticos mediante el voto.
Quiero poner en claro que como historiador me es fácil mirar atrás, pero lo hago con el fin de entender a nuestra sociedad, nunca con el afán de asentar que los tiempos idos fueron mejores añorando el retorno del pasado. Todo lo contrario, es analizando a la historia que se puede solidificar de alguna manera un futuro, que para mi generación es un reto difícil.
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