La foto de Ómar Yepes y Óscar Iván Zuluaga estrechándose las manos, sonrientes, tras el acuerdo entre la oficialidad del Partido Conservador y el Centro Democrático da para pensar más allá de la evidente, ¿o tal vez solo aparente?, contradicción. Me permito dejar algunos elementos para el debate.
Es evidente si se tiene en cuenta que Óscar Iván Zuluaga creció políticamente en Caldas a punta de un discurso que criticaba las prácticas políticas de la dupla que conformaron por décadas Yepes y el liberal Víctor Renán Barco para hacerse, principalmente, con el poder de la Gobernación y de la Alcaldía de Manizales. Un discurso que -muy a pesar de que los grupos políticos alternativos a la vieja coalición terminaron cayendo en los mismos vicios- aún se mantenía en la más reciente campaña al Congreso. Vi en marzo pasado, por ejemplo, propaganda impresa que rezaba: "Estas son las caras que se atrevieron a cambiar 40 años de la misma política en Caldas", y a continuación mostraba fotos de Luis Alfonso Hoyos, Jaime Alonso Zuluaga, Óscar Iván Zuluaga y Adriana Gutiérrez, todos enemigos políticos del barcoyepismo.
La contradicción de la coalición Zuluaga-Yepes, sin embargo, también es mera apariencia. La alianza, al menos, no es contra natura si se tienen en cuenta otros elementos que están a la vista de todos, como que Caldas es un departamento esencialmente conservador. La periodista y abogada Adriana Villegas destaca, en una investigación académica sobre el comportamiento electoral de este departamento, el "crecimiento de la Coalición B en aquellos municipios que durante buena parte del Siglo XX mostraron tendencia conservadora". (La Coalición B, para quien no esté relacionado con los términos, corresponde al grupo de partidos o movimientos que se aliaron para contrarrestar el poder de la coalición Barco-Yepes, conocida como la Coalición A. Los lectores de Internet pueden consultar la investigación en este enlace http://bit.ly/1pK1c97). Es decir, el asunto también es de idiosincrasia, ideológico, si se quiere, y sin duda una buena parte de la moral y de la concepción conservadora sobre lo político está inmersa en el proyecto uribista.
Que Yepes y Zuluaga hayan llegado tan fácilmente a un acuerdo demuestra que sus proyectos macro, de país, nunca han estado realmente en contradicción. Para la historia queda entonces que, en la lucha contra el barcoyepismo, el interés de Zuluaga y sus coequiperos (incluidos los que hoy siguen en La U en Caldas, pues hablo de la unidad que alguna vez conformaron) al parecer nunca fue una apuesta por cambios de rumbo estructurales (cosa que hoy es muy evidente y fácil de entender, pero que no lo era tanto en un comienzo, en medio de la euforia por las ansias de cambio). Parece que fue una apuesta reducida a controlar electoral y burocráticamente el departamento, con algunas diferencias como el mayor acompañamiento de los gremios económicos a los gobernantes de la Coalición B, que no es poco.
Ahora bien, es difícil que sea negociable el poder regional que esta coalición consolidó con la llegada de Julián Gutiérrez a la Gobernación de la mano de Mauricio Lizcano y Luis Emilio Sierra. ¿Veremos una alianza entre todos estos para elecciones de gobernador o alcalde de Manizales? Nada es imposible, pero si a nivel macro al menos Zuluaga y Yepes pueden entenderse con relativa facilidad y a nombre de los partidos, a nivel micro entran a jugar los egos y el control puntual de ciertos fortines; es a otro precio.
Esta diferencia entre estrategias locales y nacionales parece ser inversa para el Polo Democrático, que dirige en Caldas la línea del MOIR, del senador Jorge Enrique Robledo. A nivel micro está mucho más dispuesto a hacer alianzas que a nivel macro. En el 2011, por ejemplo, llegó a un acuerdo con Guido Echeverri para que este, como gobernador de Caldas apoyado por la antigua coalición, defendiera los intereses de los habitantes de Marmato, expresara públicamente sus críticas a los TLC y no comprometiera entidades públicas en procesos de privatización. Para la segunda vuelta presidencial, sin embargo, se negó (hablo del ala de Robledo) a considerar siquiera una alianza con Juan Manuel Santos en torno al Proceso de paz. Todo porque los separan visiones de país que enfocan ángulos muy diferentes, más allá de que, como izquierda democrática, el Polo simpatice con la solución negociada del conflicto.
La estrategia de coaligarse es común y muchas veces necesaria en un sistema democrático, por la simple necesidad de legitimarse a punta de mayorías que un solo partido es incapaz de convocar. También permiten medir el talante de los líderes de una colectividad: si están dispuestos a venderle el alma al diablo o si, pegados a un programa que los ciega en una verdad única, se hunden y se hunden en su intransigencia. Habrá puntos medios más sensatos, claro está.
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