El chiquillo de nuestra historia hoy, tenía diez años cuando ya había organizado en su casa un pequeño laboratorio porque soñaba inventar muchas cosas en bien de la humanidad.
Muchos no creían en su capacidad creativa; había tenido que dejar la escuela por declararlo incapaz para el estudio normal y cortedad en la tarea académica; al retirarse triste fue animado por su madre quien le enseñó en su casa las primeras letras y conocimientos y le alentó en el montaje de su pequeño taller.
El muchacho alternaba su empleo de vendedor de periódico con el trabajo investigativo; para muchos su taller era un juego pero este hombre llegaría a deslumbrar el mundo con cerca de mil patentes presentadas buscando inventos y mejoras para la existencia de la humanidad.
Con dedicación ejemplar estudió nociones de física y química que hacía realidad en su laboratorio; sereno pero alegre iba gestando poco a poco ideas que llevaría a realizar con el aplauso y gratitud general.
Algunos inventos que ya conocía trató de perfeccionarlos: el fonógrafo, el micrófono, el kinetógrafo base para lo que es hoy la proyección cinematográfica, les llevó a un uso más perfecto y fácil.
Con su personal estudio este joven estaba inquieto al conocer el invento del científico inglés fallecido en 1680; se trataba del filamento luminoso que permitía pensar en la iluminación permanente; estimaba así la memoria de Joseph Wilson Swan que abrió camino hacia lo que hoy conocemos como la iluminación eléctrica.
El joven en mención cuyo nombre es Thomas Alva Edison había nacido en Estados Unidos y con inmensas luchas trabajó en el nivel científico e inventivo para el mundo.
Cuando tenía treinta y dos años, el 21 de octubre de 1879 los gritos en el sencillo laboratorio no se hicieron esperar: había por fin después de múltiples ensayos probado con resultado su nuevo invento: el bulbo eléctrico de duración larga, lo que hoy llamamos bombilla para el alumbrado eléctrico.
Muchos le felicitaron como nosotros hoy al contribuir a dar un poco de luz al mundo, pero le resaltaron el hecho de haber fracasado según ellos más de 500 veces hasta llegar al portentoso invento; Edison señalaba con claridad: para mí no son fracasos, son momentos de aprendizaje que me abren camino y me dicen cómo no hay que hacer las cosas.
Visión optimista de un hombre de superación, amor y fe que nos lleva a reconocer con el salmo ocho: "Señor, qué grande hiciste al hombre"; lástima que hoy seamos tan miopes para reconocerlo.
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