Hemos comenzado el mes de junio que deriva su nombre de Juno, la diosa romana de la fecundidad y el matrimonio, esposa de Júpiter el dios del fuego y el rayo; cada mes se acompañaba en la antigüedad griega y romana de ritos y celebraciones que inyectaban vitalidad a la población.
La celebración del Pentecostés cristiano se insertó por estos tiempos y regala un significado de fecundidad y fuego a los creyentes que tenemos en la obra del Espíritu Santo los dones que impregnan de fuerza, actividad, misión y dinamismo la obra de la Fe.
La vida se compone de símbolos y signos; el ser humano es expresivo, comunicativo, expansivo a la vez que íntimo e interior; la Biblia usa un símbolo muy resaltado en estos días de Pascua a Pentecostés y que hacen eco al gozo y misión, a la comunicación del gozo.
Este símbolo es el soplo, el viento, la frescura que trae la vida; ya que el Génesis se anota que cuando Dios hace al hombre del barro, en narración de profunda pedagogía, sopló aliento de vida y surgió el viviente humano que hemos tratado de degenerar con el tiempo.
Había surgido así una vida nueva, un viviente al cual se le confía todo lo demás, la marcha del mundo, de sí mismo, del grupo humano; surge el hombre que recibe a su compañera en matrimonio que es unidad en la igualdad, que hace de la variedad una sinfonía de cercanía permanente y que en el amor es sinfonía cuyo eco es la posible felicidad en la existencia que avanza entre goces y pesares, luces y sombras.
En varios pasajes de la Biblia habla a veces de la presencia de Dios que se hace preceder de viento, soplo y hasta fuego; en Pentecostés, cuya fiesta se celebra el domingo, cincuenta días después de la Pascua, anota el libro santo que se escuchó como un viento.
El mismo Jesús usa el símbolo: se dice que sopló sobre sus discípulos y los envió por el mundo a dar una buena nueva de salvación, una presencia creadora de horizontes; la Iglesia se siente pues impulsada por el soplo del Espíritu.
Nos hace falta mantener la fuerza de ese soplo impulso, de ese viento que a veces es brisa suave y a veces es ráfaga fuerte y deslumbrante; en su realismo pastoral el papa Francisco ha dicho que ese soplo es la fuerza de la resurrección y cada uno es un instrumento de ese dinamismo.
Pero dice una cosa cierta: uno tiene la tentación de cansarse por no ver los frutos deseados o tenerlos reducidos; se cae en un descontento crónico, una acedia que seca el alma; entonces, anota, uno baja los brazos, ya no tiene garra, le falta resurrección; así el Evangelio que es un mensaje hermoso que tiene este mundo queda sepultado debajo de muchas excusas. (EG. Nro. 277).
Junio con la fiesta de Pentecostés nos haga sentir el soplo de Dios creador, el fuego y garra de la vida que se expande con vigor, ganas y alegría.
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