Estaba muy pequeño y escuchaba en forma repetida por la radio una invitación que se me grabó por su proyecto de avance: "hay un Ford en su futuro", decía la propaganda aquella que en revistas y periódicos se insistía; se trataba de un vehículo gringo que empezaba a afianzarse en estas tierras y atraía los sueños de todo adolescente; eran los inicios del mercado automovilístico tan en boga hoy con tantas y excelentes marcas.
Después conocí la historia del tal auto y marca y que hoy me sirve para hacerle buena aplicación; el 30 de julio de 1863 nació Henry Ford quien llegó a ser el fundador de la registrada marca de carros.
Me llama la atención su historia por las lecciones que pueda dar a nuestra vida hoy; llegó con su familia irlandesa a los Estados Unidos de pequeño y allí empezó un difícil crecimiento de adaptación y surgimiento económico.
Logró encontrar trabajo en un taller de mecánica y con gusto laboró en horas difíciles y agotadoras; pasó luego por su interés a ser aprendiz de mecánica en un taller de Detroit donde llegó a ser por su dedicación y responsabilidad ingeniero jefe de planta.
No buscaba solo ganar dinero para el sustento sino algo más: la creatividad y la optimización de sus conocimientos; por ello en 1892 sacó un pequeño vehículo que admiró a todos: el cuatrociclo que permitía el transporte seguro y más rápido en el traslado; pronto se ideó la manera desde sus estudios mecánicos de poner motor a su vehículo y allí fue surgiendo el automóvil que él gestaba en su mente.
Formó con algunos amigos una sociedad automotora y así en 1903 fundó la Ford Motor Company que hasta hoy sigue en vigencia en la producción de autos en el mundo sin perder vigencia aun en medio del surgimiento de otras poderosas y valiosas empresas de carros.
No solo se interesó por la producción fina, eficaz y bella de sus modelos sino que se interesó el Sr. Ford en sus obreros, mejorando sus salarios y horas de trabajo; superó las líneas de montaje industrial vehicular de su época y ofreció el famoso modelo T como carro popular que mucho gustó en su tiempo.
Para mí el Sr. Ford es una puesta en vida de la conocida parábola del grano de mostaza que en el Evangelio regala Jesús; las cosas grandes se inician con lo pequeño, pero con la condición de que haya cuidados, empeño y perseverancia en lo que se hace.
Cuántos desperdiciamos un futuro mejor y más feliz porque no tenemos interés en el trabajo, ni sentido de creatividad y aprendizaje; laboramos como robots o zombis sin corazón, afecto y entusiasmo en lo que se hace.
Cerramos la puerta al éxito porque no buscamos cómo mejorar cada día el ámbito familiar, laboral, comunitario; nos dejamos invadir por la rutina que tira abajo todo proyecto de mejora.
Ford no nació rico ni exitoso: su esfuerzo, creatividad, amor al trabajo, perserverancia y tenacidad le llevaron al surgimiento vital.
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