En 1864 mientras iba de cacería, el gran León Tolstoi fue a dar al piso al caer del brioso caballo que montaba; llegado a casa empezó a escribir en su recuperación la llamada obra cumbre salida de su pluma: “la guerra y la paz”, en la cual describe con vivacidad propia de él, el dolor que se vive en la guerra, las pasiones destructoras que brotan en ella como torrentes de agua sucia; no oculta tampoco los heroísmos en el combate, la resistencia en la adversidad y la nobleza inmensa en el perdón.
Esta obra la entregó ya terminada en el año 1869 señalando en su narración precisa y hermosa las actitudes humanas destructoras por un lado pero constructivas por otro; deja un deseo de superar la guerra y crear una atmósfera de paz.
Cuando aquel campesino de manos broncas y nobles se acercó al guerrillero que había matado a su padre y le dio un fuerte abrazo de perdón, escribió no con letras como Tolstoi sino con hechos que admiran por su creatividad una página digna de ser imitada, un paso de la guerra a la paz.
Colombia ha entrado a una nueva guerra que nos ha dividido con expresiones de peligroso odio; en tres bandos nos hemos separado y quienes hasta el dos de octubre eramos hermanos nos hemos vuelto casi enemigos, con expresiones de mutuas ofensas y desprecios; los del sí, los del no y los abstencionistas nos hemos situado en guerra verbal y gestual que urge volverla paz general.
Es una paradoja increíble: la búsqueda de la paz nos ha dividido; sobre todo para lo que nos decimos creyentes en Dios la pregunta y la actitud no es si debemos alinearnos por el sí, el no o la indiferencia; es si en esta coyuntura novedosa y positiva seremos capaces de vivir nuestra vocación a la vida, al perdón, a la compasión.
Es momento de prueba: es la ocasión de mostrar que seremos capaces de vivir el deseo de Cristo, de mirarnos como hermanos, de perdonar setenta veces siete, de ser como el cordero que quita el pecado del mundo; es la pascua o paso de la guerra a la paz, es saber elevarse a las cimas de la compasión y la misericordia.
Para perdonar es a veces difícil olvidar pero de lo que se trata es de mirar con otros ojos, los compasivos, los amorosos, los fraternos; perdonar es la resignificación heroica que se hace de la ofensa; es verdad que el perdón no alcanza a cambiar nuestro pasado pero sí cambia nuestro futuro; el perdón es fuerza que llena de serenidad, mutua simpatía, cordialidad y gozo de vivir.
En el perdón la inspiración vertebral del Evangelio y de la Fe cristiana como anota el Padre Leonel Narváez, presidente de la fundación para la Reconciliación: seremos reconocidos en la historia como la nación que ejemplarizó para el mundo una propuesta civilizada de paz afianzada en el perdón y reconciliación; manos a la obra.
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