En Siria está situada Alepo, ciudad de antigüedad e historia cristiana; allí se establecieron comunidades cristianas en los primeros siglos que nos muestran cómo se vivió la fe en sus albores.
En Alepo está el barrio Midan que fue construido por los padres Jesuitas para dar vivienda digna y poder hacer pública profesión de fe; pero un día de abril del 2012 un grupo extremista islámico lo invadió, en parte lo destruyó y sembró terror y soledad.
Algo similar le pasó al padre Douglas Bazi que trabajaba en una parroquia de Bagdad; lo capturaron, lo ataron, lo vendaron; le partieron la nariz y los dientes a golpes de martillo; una pistola apuntaba a su sien casi constantemente con la pregunta: ¿"no tiene miedo a morir"?
El P. Douglas afirma algo que puede llamarnos a mejorar el grado bajo de la fe; en cuanto sucede algo que nos contradice, inmediatamente decimos que Dios la ha tomado contra nosotros, pero Él es la fuente viva que todo lo mantiene con vida; yo no me doy la vida y por esto, porque alguien me la da instante tras instante, es preciosa; hemos hecho de la fe un muro contra el dolor, el sufrimiento, el interrogante olvidando que la fe es luz que ilumina y fuerza que da vigor para enfrentar y vencer lo que llega a lacerar la existencia.
Anota alguien que vive en medio de esta persecución e incertidumbre; "pueden suceder muchas cosas, también morir en un ataque a un centro comercial, a la escuela o universidad, incluso al Templo donde estemos en celebración; el riesgo es real y diario; pero todo esto nos lleva a vivir cada momento más intensamente. Todos tenemos miedo, es evidente; pero no hay rabia ni rencor; más aún oramos por la conversión de los terroristas para que puedan encontrar a Cristo; esto lo hacemos dando testimonio de vida".
En Kurdistan, comunidad caldea, que está formada por 70.000 personas tuvieron que recibir a 130.000 refugiados sin contar con los desplazados; han buscado ayudas internacionales, pero el hambre y la falta de vivienda no da espera, por eso han abierto sus casas como testimonio de amor cristiano en virtud de una fe sencilla, decidida y decisiva.
Lejos estamos de la concepción que Carlos Marx y otros analistas hicieron al declarar con solemnidad que la fe es el opio del pueblo y un opio de mala calidad añadían, que saca de la realidad, que pone a pensar en el cielo sacando a las personas de la tierra donde se trabaja, se progresa, se ama.
Contemplar esta persecución que en pleno siglo XXI están sufriendo tantos hermanos creyentes, nos llama a palpar cómo es corta nuestra vida religiosa creyente, cómo vivimos en una medianía que brota por los poros y que nos presenta al mundo como acomodados, buscadores de medianías, ineptos para el heroísmo y martirio, la fidelidad y la constancia en los compromisos adquiridos.
Del barrio Midan nos llega un reto: vivir con fortaleza las fuentes del bautismo y llenar el mundo de amor, perdón y esperanza.
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