No es extraño que la sociedad se haya dividido entre adeptos a la Fiesta Brava, en opositores a la misma, y otros para quienes es indiferente lo relacionado con las corridas de toros. Es simplemente el resultado de la potestad que tiene cada persona de aceptar determinados eventos que lo rodean, o que se desarrollan en la distancia. Los antitaurinos expresan que los toros de lidia se encuentran en desventaja frente al ser humano. 
Todo puede coexistir, porque los aficionados a la Fiesta Brava no son delincuentes ni son personas que ignoran los derechos de los demás humanos. Por el contrario, toleran que otros no compartan sus intereses frente a la Fiesta del Toro. Ser aficionado a las corridas de toros en cualquiera de sus variables, incluyendo las temidas corralejas, no lo convierte en alguien que atenta contra la naturaleza, ni lo diferencia frente al respeto que debe tener por la vida de otra persona. 
No querer a la Fiesta Brava es un derecho intrínseco de cada persona, así como tiene la facultad de aceptar cualquier actividad que no implique violación a los derechos esenciales de otros seres humanos. Por ello debe respetar la vida de los semejantes. 
Esa no querencia puede existir por una convicción autónoma y sincera, que no lo autoriza a la violencia en contra de quienes desean las corridas de toros. Inclusive puede, y tiene derecho, manifestar su desacuerdo abierta y continuamente, sin evidencias de agresión física, verbal o gestual a otras personas. Los argumentos en contra de la fiesta son bienvenidos, pero no deben convertirse en actitudes en contra de las personas a quienes les gusta la fiesta de toros bajo el amparo de las tradiciones, la ley y los derechos individuales o colectivos. 
El pasado 21 de octubre, la revista española Aplausos evidenció lo que sucede entre algunos grupos antitaurinos que incitan los sentimientos que pretenden la defensa de los animales por encima de cualquier otro ser. Y definen una palabra que no es del uso común en Colombia como es el veganismo, animal igual a ser humano, y quien lo practica es un vegano. 
Allí también consignan que existen una serie de intereses particulares y negocios entre algunos que promueven la ola antitaurina, movidos ya no por sus propias persuasiones sino por inspiraciones mercantilistas con base en sus ideas que aparentemente las muestran como frescas, autónomas y benéficas. 
El veganismo ha desplegado sus banderas en Suramérica, Francia, Portugal y España, comenzando por Barcelona. Han llegado hasta tal extremo los intereses de algunos oportunistas, que el toro y la defensa del animal son una máscara. Inclusive hay una denuncia, que no es nueva, que bajo la protección de la palabra ecología el veganismo se está introduciendo en las escuelas de América Latina. 
Un fragmento de la nota expresa: Curiosamente, los veganos no han iniciado jamás campaña alguna contra el comercio y adquisición de las mascotas, el negocio más floreciente de las últimas décadas en occidente. Mientras buscan para animales del zoo el regreso a su medio natural, jamás han hecho lo mismo con aves, pájaros, peces, gatos, perros de laboratorio y manipulación genética de sus razas, …mensajes en la red de los veganos declaran estas permisividades sin un argumento… 
A ello hay que agregarle otras notas en diferentes medios en donde se informa que están en circulación cientos de millones de euros que permiten estas actividades, pero que también son la base para recolectar más euros, dejando un buen balance de caja. 
Ahora bien, los amigos de las corridas, los aficionados, son los que permiten con su dinero las empresas y estas a su vez, trasladan pagos a ganaderos, toreros, subalternos, personal de logística, medios de comunicación, centros benéficos y queda un remanente como en cualquier actividad comercial. ¿Cuál es la diferencia? La honestidad en reconocer, sin tapujos, el papel de cada quien. La Fiesta se acabará cuando los aficionados permitan un trato de tercera categoría y se ausenten.