El ser humano desde épocas ignotas ha querido conocer con certeza la información sobre sus precursores biológicos mediante los mecanismos de la evolución hasta convertirse en Homo sapiens sapiens, el actual espécimen que puebla al planeta con 7.376 millones de personas. Independientemente de las convicciones religiosas sobre el origen del hombre, genérico, es importante tener certidumbre científica sobre la naturaleza del cambio de los antiguos ancestros al moderno.
Antropólogos, arqueólogos, filósofos, paleontólogos, teólogos y otros han realizado sus trascendentales investigaciones y han anunciado sus teorías que aún encuentran vacíos para explicar íntegramente la cadena evolutiva. Sea cuál sea la posición de cada persona frente a sus antecesores, han existido alrededor de 106.400 millones de personas. Hay luces que apuntan en determinada dirección para contestar y explicar la pregunta a: ¿Cómo y por qué se llegó hasta el ser que hoy convive con seres similares y otros vivientes en un mundo que varía desde lo hostil hasta uno amable?
Siempre gravita una pregunta: ¿De dónde proviene la raza humana? No es sencilla su respuesta. Depende a veces de lo que se quiera oír, que no siempre es ciencia pura basada en las evidencias incontrastables pero como en toda ciencia, ella no es absoluta en el tiempo y de ello los ejemplos surgen por miles.
Caín, la novela de José Saramago, es un documento que contiene su propia concepción del hijo de Adán y Eva, tan estrechamente ligados al catolicismo y al principio de la vida, quizá de una manera figurada.
Producto de las investigaciones son los innumerables documentos técnicos y filosóficos sobre la evolución del hombre. Ellos provienen desde Charles Darwin hasta los producidos por la estirpe de los Leakey con destino a la popularización de la ciencia y los de Lee R Berger y Brett Hilton-Barber con la misma intención, pasando por los hallazgos de Don Johanson con Lucy, con 3,3 millones de años.
Pero el Homo, el primer precursor de la especie fue evolucionando hasta el Homo habilis que se calcula existió hace 2,3 a 2,5 millones. Una cifra escalofriante comparada con la presencia del Homo erectus hace 1,5 millones y el uso del fuego hace 1,5 millones de años o los posibles primeros sapiens hace 260 mil años o la Eva mitocondrial, para diferenciarla de la otra, la madre común de todos los actuales humanos, de hace 150 mil años, o la era cristiana que tiene 2.000 años. 
Los humanos, según la biología más simple derivada de las clasificaciones de Carlos Linneo, son del reino animal del filum Cordados, que tienen columna dorsal; clase, mamíferos; orden primata; suborden, antropoide; superfamilia, hominoidae; familia, homínidae; género, homo. Pero aún hoy es incierta la verdadera cadena del génesis del Homo.
Todo se obvia cuando se trata de personas con todas sus estructuras; funciones, de toda clase; cualidades; sensaciones; estímulos; respuestas e intereses. 
El ser humano moderno tiene su origen en África, se conocen las vías de migración a los otros continentes y hace 4 siglos Francis Bacon describió la relación geográfica entre ese continente y América.
Con el descubrimiento entre el 2013 y 2014 en Suráfrica, publicado el viernes pasado, Lee R Berger de la Universidad de Witwatersrand de Johanesburgo, que estableció la existencia del Homo naledi, hace 2 millones de años en la transición hacia el Homo sapiens, se aproxima el conocimiento sobre los hechos evolutivos que tuvieron lugar a partir de los primates para llegar al Homo.
Los hallazgos de los esqueletos indican que antes del Homo sapiens, había posiblemente prácticas funerarias que se creían exclusivas de descendientes más recientes. Los investigadores reafirman la complejidad del árbol genealógico del ser humano. No solamente estudiado en su morfología sino también en las costumbres y actitudes de los ancestros y lo que ha trascendido hasta los día actuales. 
Algún día, más cercano que lejano, se establecerá toda la cadena evolutiva que traerá más explicaciones sobre el ser humano actual desde el enfoque científico, sin comprometer la fe de cada quien, a lo que tiene pleno derecho.