La medicina en Colombia y en buena parte de América ha tenido muchos cambios, no solamente en los aspectos tecnológicos que en la actualidad son muy avanzados en países con desarrollos científicos importantes y cuentan con un apoyo financiero ilimitado, de tal manera que existen instituciones que tienen el más moderno equipamiento y las personas más capacitadas, de todas las profesiones y especialidades, para operarlos e interpretar los resultados.
El cambio fundamental, que parece equivocadamente un menor aspecto, es la transformación del paciente de una persona pasiva a una activa en los aspectos relacionados con su salud. Ya no es el sumiso actor que aunque tenía pensamientos sobre su vida y enfermedad, no se atrevía a pronunciar palabra frente al equipo de salud y preferencialmente tenía un respeto reverencial al médico que no modulaba una sílaba que significara, ya no inquisición, sino una simple aclaración. Todo era: ¡Sí doctor, no doctor!
Se mencionan los deberes del Estado, de las instituciones, del equipo de salud bajo la dirección del médico o simplemente éste como integrante del mismo, y todo se enfoca a las obligaciones de ellos para con las personas y sobre todo cuando ellas adquieren la categoría de pacientes. Pero hay que recordar que los seres humanos siempre tendrán la posibilidad de estar enfermos en cualquier instante de su vida.
Siempre se ha dicho que deberes y derechos se correlacionan entre sí en un mismo sujeto, para este caso la persona, paciente o no, y abusando de la interpretación del término se hace extensivo a las entidades, ya sean estatales o privadas o mixtas.
Se insiste en los derechos de los pacientes y se evidencia con fuerza cuando ellos son violentados y se exige que se respeten porque de lo contrario se conculcan y ello puede ser causa de la pérdida de la vida o ser víctima viviente con limitaciones importantes en su diario vivir y con implicaciones en la dignidad de su existencia.
Todos los ciudadanos tienen obligaciones dadas por la Constitución, las leyes, los mandatos sociales y las costumbres. Ello está implícito para lograr la convivencia. Los deberes de los pacientes no deben constituirse en listados sin cumplimiento, o sea que daría lo mismo hacerlos una realidad que ignorarlos. El paciente que reclama con razón sus derechos, debe estar al menos dispuesto, aunque a veces no es posible hacerlo efectivamente, a cumplir las obligaciones que le impone su estado de morbilidad.
Los deberes del paciente son imposiciones de sí mismo y para sí mismo; del Estado; de las instituciones, cualquiera que ella sea; de la familia y de la sociedad. Todo tiene una explicación porque el paciente ya no es un individuo aislado, aunque esté en cuarentena, -palabra vapuleada recientemente-, él se encuentra inmerso en al menos la familia y se debe a ella en un lugar preeminente porque el primero es su propia persona. Si no se cuida él, ¿Quién lo cuida?, salvo que se encuentre en minusvalía ya sea física o mental, el deber es de primera persona.
El paciente debe: Respetar al médico y entender su función-ni Dios ni satanás-, atender a las obligaciones contractuales de su vinculación al Sistema, obedecer las instrucciones del equipo de salud y abstenerse de ignorarlas parcialmente, solicitar explicaciones entendibles, cumplir con los compromisos-una afirmación ante una solicitud del equipo de salud es de perentorio acatamiento- e informar la verdad sobre su estado.
Igualmente el enfermo debe: Notificar los riesgos-a su leal saber y entender-a los que se expone, informar sobre los antecedentes familiares o personales, indicar las deficiencias del servicio en salud, participar activamente en los comités a los que se le convoque, tener tolerancia con los congéneres enfermos y respetar prioridades, entender que no es el único enfermo ni su enfermedad es exclusiva-aunque hay enfermos no autómatas, ayudar a la formación de personal de salud-su familia lo puede requerir-, conservar los documentos sobre su salud encomendados a él y así la lista puede continuar. Pero siempre decir la verdad es imperativo.
Nota: Caldas, se merece un Hospital o Clínica Universitaria
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