La semana anterior el sacerdote e historiador Horacio Gómez Orozco fue titular en la Cátedra Bernardo Arias Trujillo. El tema fue la religiosidad en Manizales, desde los tiempos previos a su fundación. Disertación esplendorosa, por sus apuntes personales sobre los hechos y por lo que mostró y enseñó. Algunos puntos sutiles pueden ser controvertidos.
Los concurrentes escucharon del conocido levita que uno de los motivos que tuvieron los reyes Católicos en 1492 para apoyar a Cristóbal Colón, fue la evangelización. Esto sucedía pocos meses después de la rendición de los musulmanes en Granada, un día histórico, triunfal o triste, según el lado en que se encontraba cada quien.
Recordó a los clérigos que hicieron de su misión un motivo de entrega y sacrificio personal en bien de los nativos que sufrían los embates de las tropas de los conquistadores, así como ayudaban a combatir las enfermedades de españoles e indígenas.
Primera, el pasado viernes The Nation publicó un artículo de Richard Kreitner cuyo título es una pregunta sobre el motivo que tiene el papa Francisco para canonizar un presbítero que ayudó a esclavizar y matar nativos en América.
Comienza el escrito mencionando cómo el Vicario de Cristo, durante su reciente visita a Bolivia pedía perdón por el trato de la Iglesia a los indígenas durante la conquista de América, cuando en nombre de Dios se cometieron crímenes en contra de los nativos.
La historia relata la existencia de muchos españoles sanguinarios, desde el descubrimiento hasta la independencia. Sin exonerar a quienes habiendo nacido en tierras americanas practicaron de igual o peor forma la agresión, por diferentes motivos.
El próximo viernes en la Basílica de La Inmaculada Concepción en Washington, Santuario Nacional, el papa canonizará al padre Junípero Serra, el mayor símbolo de las misiones en la colonia española localizada en la Alta California.
El articulista describe las actividades del español, quien había trabajado en la Inquisición, que arribó a la tierra mexicana, porque todavía no se había producido el anexo de las tierras norteñas de México a los Estados Unidos de América. Causa una profunda sensación la lectura de este documento, pues recuerda que los atropellos fueron más evidentes en la costa oeste, California, que en el este, debido a las características de la educación, cuando las clases de historia en el occidente relatan los hechos y en otras partes los omiten o no los leen.
Igualmente, se refiere a un libro de Carey McWilliams, un antiguo editor, cuando afirmó que los padres franciscanos eliminaron indios con la misma efectividad de los nazis. Una gravísima afirmación que merece un análisis serio. Además, el periodista termina con una dramática aseveración al decir que algún radical, entendido como el papa, hará de Satán un santo. Otra aserción que debe ser minuciosamente analizada.
En la otra cara se encuentra una de las biografías del franciscano español José Miguel Serra Ferrer, nacido en 1713, doctorado en teología, quien llegó a ciudad de México en 1749 como misionero.
Al expulsar México a los jesuitas, los demás propagadores de la fe, incluyendo los de Ciudad de México, se desplazaron a las tierras de California. Junípero Serra, estuvo ligado a la apertura de las misiones en San Diego, San Carlos, San Antonio, San Francisco y San Buenaventura. Se destacó su fortaleza en la defensa de los indios ante las autoridades militares, reconociéndosele sus virtudes valerosas. Su beatificación se inició en 1934.
Las posiciones contrarias sobre los actos de los humanos se observan a todo nivel, pero es indudable que la santificación solo les compete a quienes los proclaman, los veneran y los ubican como ejemplos a seguir. Ello es absolutamente respetable e incontrovertible por quienes no tienen nada que ver con la Iglesia, salvo que la historia emita su veredicto y este puede ser subjetivo si no hay pruebas contundentes debidamente analizadas.
La tercera faceta, es el papa Francisco, quien ha impuesto un estilo diferente en El Vaticano. Reconocida su bondad por miles de millones de seres humanos. Humilde, serio y directo. No es justo agredirlo.
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