“Soy Barack Obama y aprobé este mensaje”.
La anterior es la frase con la que el entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, Barack H. Obama, firmaba sus mensajes radiales y televisivos en la que puede ser la campaña política más mediática del planeta. (Ver: http://goo.gl/zMvohx). Sus comerciales, aprobados supuestamente por él, eran muestra de una competencia fuerte y caprichosa, en las cuales no primaban las ideas, sino quien menos pecara políticamente.
Ahora Colombia vive una transición fuerte en la cual los medios se ven adormilados e impotentes. La nueva faceta de la campaña demuestra una clara necesidad por desvincular la realidad de la propaganda, cuando son los mismos candidatos los encargados de desnudar las verdades sabidas a voces en el país.
Por eso, hay que considerar un poco este contexto. La propaganda gris ni siquiera es una señal clara de lo que acostumbra a verse en la televisión y radio estadounidense. En un país donde la concentración de los movimientos políticos se limita generalmente a dos partidos, el poder político se convierte en una herramienta clara para atacar a través de la publicidad negra y gris.
Gran parte de la difusión con la que Barack Obama edificó ambas campañas radicaba en mostrar la faceta más oscura de sus rivales republicanos. "Mitt Romney no es la solución. Él es el problema", así titulaban algunas de sus pautas televisivas más famosas. (Ver http://goo.gl/RXS8Ps). En las mismas se trataba de demostrar que las políticas del candidato contrincante nunca le sirvieron al país, que su visión de empresario no era más que un nombre ganado con vergüenzas y que parte de la crisis correspondía a Romney.
En ningún momento estas propagandas se enfocaron por promover el cambio o generar un debate de ideas decente, en el que la construcción de un foro urbano político y transparente estuviera presente. Romney, por su parte, se encargó de contestar con la misma fórmula.
La prensa tampoco hizo su labor de curaduría y vigilancia de esta publicidad. Es más, las campañas de ambos candidatos les citaban pequeños extractos con los cuales construían su pobre, pero animado discurso. De hecho, con el tiempo los medios se convirtieron en un penoso ring con el que los candidatos saciaban sus necesidades de propaganda electoral. Un ejemplo que logra recopilar lo ocurrido en EE.UU. es el debate que aún existe luego de que en el 2008 se dijera que Barack Obama no había nacido dentro de alguno de los 50 Estados de la Unión Americana. Hasta el sol de hoy, esta polémica le genera dolores de cabeza al mandatario, con apoyos y críticas de fervientes seguidores políticos que aún no saben por cuál versión apostar.
Pero lo que ocurre en nuestro país no es muy diferente. La campaña pasó de tener tonalidades grises a apoderarse del más intenso negro, revelando conjuntamente decenas de irregularidades previamente escondidas bajo el nombre altivo de la política. Está claro, además, que en estas campañas políticas nadie sabe para quién trabaja y que los medios perdieron ya su norte. Son presos de los rumores y las especulaciones, además de ser el puente de gran parte de la construcción de engaños y espejismos electorales.
Parece, eso sí, que hemos importado sin ningún tipo de impuesto la guerra sucia de la política norteamericana, que no ayuda a enriquecer el debate y esclarecer el aparato político nacional. Las cuentas, al final, no cuadrarán y tampoco los culpables aparecerán.
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