Esto parece un atolladero perpetuo.
Con sinceridad le confieso, señor lector, que busqué varios temas de actualidad mundial para escribir en este espacio, pero solo daba con temas de terribles aires apocalípticos. Guerras, enfermedades y escándalos. Es más; a la fecha, parece que hubiéramos retrocedido en el tiempo para probar nuevamente lo que se siente tener un mundo patas arriba, pero con los mismos discursos optimistas y libertarios de siempre. Demos un vistazo a la semana pasada:
Por ejemplo, la ecuación del conflicto entre Palestina e Israel requiere días de estudio, solo para poder interpretar la compleja combinación de religión con política, elemento tradicional por esas atormentadas latitudes. Y a esa ecuación, de soluciones quiméricas, hay que añadirle injerencias de gobiernos extranjeros, grupos extremistas de lemas tales como que el fin justifica los medios y miles de muertos a nombre del dios del gusto.
Después de todo, vale la pena preguntarse sobre el papel de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en el desarrollo de un derramamiento de sangre que carece de motivos claros y misiones definidas, aunque el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ya hubiera asegurado que “la misión estaba cumplida”. La ANP parece un agente pasivo ante la situación, sin tener tampoco herramientas a sus manos. Pero, ¿qué es lo que se ha cumplido, según Israel? La tarea de destrucción y generación de ira es un completo éxito para Israel, pero queda nuevamente un pueblo enfurecido y con ello posibilidades aún menores de paz entre ambos estados, aunque Israel no pretenda aceptar la naturaleza política de Palestina. No queda más para contar; se trata de lo mismo de siempre.
Del mismo lado, este mes bien puede ser el mes de los bombardeos. Con el Premio Nobel de Paz del 2009, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, retornaron los ataques aéreos a Irak.
George H.W. Bush, William J. (Bill) Clinton, George W. Bush y ahora Barack H. Obama han dado la orden ejecutiva de bombardear la geografía iraquí consecutivamente. Pero, por mucho que quiso Obama oponerse ante los ataques de su país a Irak, tuvo que ceder nuevamente a la extrema presión de estar la presidencia de los Estados Unidos, las altas demandas de su propio gobierno y la obligación de seguir un discurso que con el tiempo se convierte en un sinsentido.
Lo más delicado es que el presidente Obama aseguró que aún queda un largo plazo para una solución certera en Irak. Quedará ver si en las próximas semanas no somos lectores de noticias de otro conflicto más en la zona, como si en Israel, Palestina, Siria y Líbano las cosas marcharan bien.
En realidad, hemos aumentado, como comunidad, nuestra tolerancia al conflicto. Aunque ya no tengamos grandes guerras en nuestros vecindarios, la costumbre y la rutina nos forman en telespectadores del horror.
Pero todas nuestras desgracias no son políticas, ni están manchadas de religión y fundamentalismo, aunque tengan apariencias de castigos divinos. Y con lo anterior no pretendo disminuir las alertas por la reaparición del virus ébola en el occidente Africano, pero sí es necesario que no seamos alarmistas con elementos de los cuales aún no conocemos bien su naturaleza.
A veces debo recordar cuando la gripe AH1N1, más conocida como la gripe porcina, se convirtió en una pandemia entre el 2008 y el 2009. El caos por un alarmismo, a veces absurdo, no permitió que pudiéramos conocer a ciencia cierta los básicos mecanismos para evitar el contagio. Aunque el ébola tiene una mayor tasa de letalidad entre quienes le padecen, su contagio es más complejo. No pretendo con ello afirmar que se debe bajar la guardia, pero sí es perentorio establecer cuáles son las fronteras entre la información y datos agoreros.
En días de crisis, es fácil caer en el peligro de confundir los elementos que no tienen relación unos con otros o de condenar a quienes son por defecto inocentes. También somos presas de consumir las diferentes barbaridades que nos entregan los medios de entretenimiento y a veces información y accedemos a replicar, como loros, lo que nos dicen.
En estos días de crisis es necesaria una demanda y una exigencia por separar los datos de las modas; los eventos de las tradiciones; y los conflictos de la razón.
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