En el libro "Una lectura del Quijote", su autor, Federico Jeanmaire, emplea mil una veces el término ‘recién’ incorrectamente, según mi criterio y mi gusto. Entendible, porque él es, o debe de ser, un hincha fervoroso del seleccionado argentino de fútbol. En el aparte dedicado a los capítulos XXIII, XXIV y XXV de la famosísima obra dice: "Al mancebo recién lo conoceremos en el capítulo siguiente…". Etimológicamente, este uso es absurdo, porque ‘recién’ es la apócope de ‘reciente’, que la Academia de la Lengua define así: "Adjetivo. Nuevo, fresco, acabado de hacer. // 2. Que ha sucedido hace poco". Alude al pasado, no al futuro. Traducida, pues, la frase citada es ésta: "Al mancebo lo conoceremos apenas en el capítulo siguiente". El vocablo ‘recién’, de acuerdo con una doctrina varias veces centenaria, se emplea únicamente antepuesto a los participios pasivos de los verbos, por ejemplo, ‘recién elegido’, ‘recién graduado’, ‘recién bautizado’, como está asentado en la vigésima edición (1984) de El Diccionario: "(Apócope de reciente). Recientemente. Adverbio de tiempo. Úsase siempre antepuesto a los participios pasivos". Nada más. Pero en la siguiente edición (1992) le agrega: "En América se usa también pospuesto al verbo en forma conjugada. RECIÉN lo vi entrar en el cine". Y sigue: "2. Ante verbos conjugados y adverbios, equivale a ‘hasta…no’; ‘apenas’; ‘solo en’. Úsase en algunas partes de América. RECIÉN cuando estuve dentro me di cuenta. Vicenta tiene RECIÉN una semana en casa. Lo vi RECIÉN llegó". Frases cacofónicas hasta más no poder, inadecuadas para un texto literario. A pesar de lo cual, don Manuel Seco remata: "No es uso únicamente coloquial: está avalado por buenos escritores, especialmente en la región del Río de la Plata". Como el citado Jeanmaire. ¿Qué valen, entonces, mi criterio y mi gusto? ¡Un pepino! Si acaso.
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¿Será necesario el adjetivo ‘comportamental’? El rector del Instituto Universitario de Manizales, señor Cristóbal Trujillo Ramírez, lo empleó en la siguiente frase: "…sobre aspectos relacionados con la actitud comportamental de muchachos de esta generación…" (LA PATRIA, 11/4/2014). La palabreja no está en ninguno de los diccionarios corrientes, pero es empleada en tratados de autoayuda y otros similares. Y parece castizamente construida, ya que, al añadirle la desinencia ‘-al’ (que, en este caso, indica la calidad relacionada con el elemento base), le suprime apropiadamente, por eufonía, la vocal ‘i’, como sucede con el adjetivo ‘sentimental’, de ‘sentimiento’. Son más comunes los adjetivos formados de sustantivos que carecen de la ‘i’, por ejemplo, de ‘departamento’ se forma ‘departamental’; de ‘fundamento’, ‘fundamental’, y de ‘elemento’, ‘elemental’. En cambio, de aquellos cuya desinencia es ‘-miento’ son escasos, muy escasos. Tendría que ser uno un prestidigitador para sacar, con el modelo de ‘comportamiento’, adjetivos de los siguientes sustantivos: ‘abatimiento, casamiento, decaimiento, emparejamiento, fingimiento, hacinamiento, juzgamiento, lanzamiento, repartimiento, vapuleamiento’… De regreso al punto de partida, no me parece necesario el citado adjetivo, primero, porque existe ‘conductual’, con el que se indica la forma como se comportan los seres humanos en su vida; segundo, porque se puede reemplazar por el complemento ‘de comportamiento’; y tercero, porque puede suprimirse, así: "…sobre aspectos relacionados con el comportamiento (o la conducta) de los muchachos…". Los neologismos son admisibles, si bien construidos,cuando contribuyen al enriquecimiento del léxico, no a su deterioro.
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El término ‘sororidad’, castizo sin duda, usado por la doctora Consuelo Vélez siguiendo las normas ridículas del ‘lenguaje incluyente’, está de más en esta frase: "…los frutos, las experiencias que nos permiten saborear la resurrección de Jesús, al haber hecho posible la justicia, la paz, la fraternidad/sororidad…" (Iglesia sin fronteras, No. 375, pág. 11).En la palabra ‘fraternidad’ están incluidas también las mujeres, doctora, no lo dude. Sobra, por lo tanto, ‘sororidad’. No incluya en sus frases palabras innecesarias. ‘Fraternidad’, en efecto, es la "amistad o afecto entrehermanos o entre quienes se tratan como tales". ‘Hermanos’, en esta frase, es un nombre de género no marcado, por lo que abarca a los dos, masculino y femenino. El castellano tiene, además, el sustantivo ‘hermandad’ ("relación de parentesco que hay entre hermanos"), muy usado también con el significado de "cofradía o congregación de devotos". En tiempos de Cervantes existía la Santa Hermandad, que era un "tribunal con jurisdicción propia, que perseguía y castigaba los delitos cometidos fuera de poblado", al que le tenía mucho miedo Sancho Panza. Después del episodio con el vizcaíno, capítulo X de la primera parte, el escudero le dice a su caballero: "Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia, que según quedó maltrecho aquel con quien os combatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan". Y ‘sororidad’, voz legítima por su origen latino, no está asentada en ningún diccionario. Debería estarlo, como en inglés, ‘sorority’, el que emplean únicamente para significar una sociedad que sólo admite mujeres, como las que hay en sus universidades. ‘Sororal’ ("perteneciente o relativo a la hermana") está en El Diccionario desde 1984. Arcanos de la Academia.
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