Eduardo Posada Carbó, columnista de El Tiempo, trajo a Colombia el feísimo verbo ‘locutar’. En su artículo, "A fútbol con mi tía Blanca", escribe: "Excepto que, cuando comenzaba el partido, yo intentaba emularlo. Locutaba con entusiasmo hasta el final…" (11/7/2014), es decir, transmitía las incidencias del encuentro futbolístico, para deleite de su tía y desazón y molestia de quienes estaban a su alrededor. Como ‘locuaz, locución, locutor, locutorio, locuela’, ese verbo viene del latino ‘loquor-loqui-locutus sum’, verbo deponente (se conjuga en forma pasiva con significación activa), que significa ‘hablar’. La Academia de la Lengua lo incluyó en la vigésima segunda edición de su diccionario (2001) con la siguiente definición: "Intr. El Salvador. Dicho de un locutor de radio: hablar". Para nosotros, si en mala hora se adopta en los medios de comunicación, sería un neologismo feo e inútil, pues hay muchos otros términos ya consagrados con los cuales se expresa la misma idea. Los neologismos son necesarios y aceptables cuando contribuyen al enriquecimiento del idioma. Si no, ¿para qué? Nota: ‘Locuela’, además de ser el diminutivo femenino de ‘loco’, es también "modo y tono particular de hablar de cada uno".
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"-Antes, Berganza, que pases adelante es bien que reparemos en lo que te dijo la bruja y averigüemos si puede ser verdad la grande mentira a quien das crédito" (Coloquio de los perros). "Otros muchos hurtos contaron, y todos, a los más, de bestias, en quien son ellos graduados y en los que más se ejercitan" (Ibídem). "Efectos vemos en la naturaleza de quien ignoramos las causas" (El Quijote, II, V). Así escribía el inmortal don Miguel, porque en sus días el pronombre relativo ‘quien’ era invariable en género y número, y reemplazaba nombres de personas ("individuos de la especie humana"), animales y cosas. En la actualidad, es variable sólo en número (‘quien, quienes’), y se emplea únicamente para reemplazar personas. Para los animales y las cosas debe utilizarse siempre el pronombre relativo ‘que’. En su artículo, "El culto al perro" (LA PATRIA, 11/7/2014), el señor Álvaro Gärtner desconoce la norma, según esta muestra: "…y rodean de lujos suntuarios al chandoso, a quien le da lo mismo dormir en estera que en un colchón de plumas". "…al que le da lo mismo…", don Álvaro. El pronombre ‘que’, ¡cómo no!, puede referirse también a personas. Además, ‘lujo’ y ‘suntuosidad’ son términos sinónimos: más apropiados habrían sido los adjetivos ‘extravagantes’, ‘innecesarios’, ‘tontos’… Finalmente: El término ‘cónyuge’ (‘consorte’, ‘marido y mujer’) abarca a los dos. Obvio. No hay que caer en la trampa del estomagante e inútil lenguaje incluyente, como cayó el redactor citado en esta frase: "Cuando no es que se les reserva la mejor parte de la cama, en detrimento del o la cónyuge". "…en detrimento del cónyuge" es suficiente, pues en el domicilio del ‘chandoso’ sabrán cuál de los dos es la víctima, si el esposo o la esposa.
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El adverbio de cantidad ‘más’, además de otras funciones, expresa aumento o adición de algo: "Tienes quince días más para pagar la deuda"; también, extensión a nuevos casos o cosas del significado del verbo: "Tengo un año más de vida"; equivale a veces a ‘más aún’: "Creo lo que dice, más tratándose de él"; y se emplea en frases comparativas: "Entiende más de caballos que de otra cosa". Según lo anterior, no puede modificar adjetivos en grado superlativo, ya que éste califica una cualidad o un defecto en su máximo grado, al que nada se le puede añadir. Un redactor de la primera página de El Espectador escribió lo siguiente: "Los técnicos (…) de la petrolera deben decidir si la tecnología que ofrece Rubiales es la más óptima" (11/7/2014). Gazapos de ese tamaño dan lástima, y risa, y rabia, como comentó mi fuente, porque ya no leo ese periódico, mi favorito años ha.
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Me pareció un ‘chistecito’ el siguiente titular de un artículo de Ómar Rincón, comentarista de televisión de El Tiempo: "‘Bullying’ y chistocitos como colombianidad" (14/7/20214). Pero no, el redactor lo escribió así con toda su seriedad, pues lo repitió en las siguientes oraciones: "Y cuando somos chistocitos, lo hacemos con ‘bullying’"; "En Blu, hasta para oír un partido de fútbol tenemos que aguantarnos al chistocito". Gramaticalmente considerado, el ‘diminutivo’ es la palabra que se forma con ‘sufijos diminutivos’, a saber, los que denotan disminución de tamaño en el objeto señalado (‘avioncito’) o que sirven para demostrar cariño (‘hijito’). El ‘sufijo diminutivo’ más usado es ‘-ito-a’, que en muchos casos toma las siguientes formas: ‘-ecito’ (‘solecito’), ‘-ececito’ (‘pececito’), ‘-cito’ (‘hombrecito, mujercita’). El ‘diminutivo’ del adjetivo ‘chistoso-a’ es ‘chistosito-ita’, pues se forma suprimiendo las terminaciones de masculino y femenino y agregándole el sufijo diminutivo ‘-ito-a’, como de ‘costoso-a’ sale ‘costosito-ita’. Elemental, señor Rincón. Los sufijos diminutivos ‘-illo-a’ y ‘-uelo-a’, no tan frecuentes, tienen también las variantes anotadas, así: ‘solecillo’, ‘pececillo’, ‘hombrecillo, mujercilla’; ‘locuelo-a’; ‘ladronzuelo-a’; ‘pecezuelo’. Este último tiene a veces connotación despectiva, verbigracia, ‘escritorzuelo-a’, ‘mujerzuela’, y en vocablos, como ‘pañuelo’, perdió su acepción de diminutivo. Nota: El término ‘bullying’ es un anglicismo, que, además de su difícil grafía, es innecesario, pues tenemos la palabra correspondiente en castellano, ‘matoneo’, que todo el mundo entiende.
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