¡Por fin! Casi que no acabo de leer su novela Tríptico de la infamia, galardonada con la decimonovena edición del premio Rómulo Gallegos de 2015. Como su título lo indica, el libro consta de tres partes, de cada una de las cuales el protagonista es un pintor: Jacques le Moyne, François Dubois y Théodore de Bry.
La primera parte narra la expedición de hugonotes franceses a América, de donde tuvieron que regresar por el acoso de los conquistadores españoles. Las otras dos partes son ensayos, puesto que, en su mayor parte, son consideraciones sobre dibujo y otros asuntos, como el de religión.
No me referiré a las bondades de la novela, porque, en primer lugar, no soy crítico literario, y en segundo lugar, porque de ellas ya han hablado otros, éstos sí con suficiencia y autoridad. Interesan aquí sus defectos, que no busqué, ellos me buscaron, pues mi aspiración fue desde el principio disfrutar la lectura de una novela de la cual se había hablado en términos tan elogiosos. Mi desilusión, que con cada página leída se convertía en desazón, comenzó muy temprano, en la página 32, con la lectura de esta frase: “El pintor jamás había visto un arriba tan saciado de luces”. ¿Saciado? Este adjetivo se le puede aplicar tal vez a un agujero negro, que engulle toda materia que se encuentre en su ámbito gravitatorio. ¿Quiso el autor ser original? La originalidad no se demuestra con adjetivos o participios o sustantivos traídos de los cabellos, y, menos, con otros que son de todo en todo inadecuados, como éste, de la página 33: “Era un hombre de edad irresoluta, con el cabello recogido en una espesa cola negra”: irresoluta es una persona indecisa, titubeante, insegura, incierta, confusa, etc. En la página 46 describe unos “hongos subrepticios” (¿maliciosamente ocultos o que juegan a las escondidas?); y en la siguiente página escribe: “Pero Caroline, a diferencia de la diosa antigua, era pletórica de nalgas”: ¿con abundancia excesiva de glúteos? ¿De cuántos?, porque pletórico encierra cantidad numérica, a no ser que se trate de la salud, por ejemplo, o de la felicidad. Más adelante, página 62, describe a alguien que tenía “una nariz aguilucha”: el aguilucho es el pollo del águila; nariz aguileña, quizás. De otro afirma que “era dueño de una avidez atribulada” (65): la codicia, si a ella se refiere, no puede ser atribulada, pues este adjetivo califica sólo a quien padece tribulaciones (desgracias, adversidades). Y vuelve, en la página 76, con las nalgas: “A las indias las pintaba primorosas de nalgas”: primoroso, un bebé por ahí de seis meses, o un bordado delicado y perfecto; pero, ¿unas nalgas? Ahora, ¿cómo se hace una salida sucinta, que narra en la página 87?: “Sin embargo, al amanecer y al anochecer, se hacían salidas sucintas…”: si quiso decir salidas cortas, ¿por qué no empleó este adjetivo? Sucinto es algo conciso, resumido, lacónico, preciso. Y ¿qué tal los “cuerpos núbiles” (108), refiriéndose a los de los niños, si núbil “se dice de la persona que está en edad de contraer matrimonio, y más propiamente de la mujer”?(El Diccionario); y “un trayecto extenso acribillado de marismas” (72), que son, éstas,“terrenos bajos y pantanosos que inundan las aguas del mar”; pero acribillar es llenar algo de agujeros, o, a una persona, de balas o de picaduras. En la página 45 escribe: “A partir de la algarada del indígena, que se carcajeaba por todo…”, en la que muy posiblemente confunde algarada (que puede ser un disturbio callejero) con algarabía. Para concluir este aparte, quiero mencionas los “crucifijos tortuosos” (118); el “verde rotundo del verano” (121), las despotricaciones” (124), “elevar anclas” (112), “aciago mineral” (199), “mapas derruidos” (48), “final espurio” (172), “sobriedad impoluta” (200), “atrabiliaria espiritualidad religiosa” (286), “habituamiento hostigante” (280), “sequedad advenediza” (274), “oficios eméritos” (272), “manos vilipendiadas por las quemaduras” (301). “Juristas atribulados de códigos” (212). La originalidad no resiste tantos disparates.
Nota: Los números de las citas corresponden al de las páginas de la edición de 2014 (Random House).
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