“Juan le envió flores a su novia”: en esta oración, el sujeto es ‘Juan’; ‘envió’, el verbo principal; ‘flores’, el complemento directo; ‘su novia’, complemento indirecto, y ‘le’, complemento indirecto también, porque reemplaza a ‘su novia’. Y en estas, ‘Juan la amó con locura’ y ‘Juana lo amó de corazón’, los pronombres personales ‘la’ y ‘lo’ son los complementos directos de las respectivas oraciones; y ‘con locura’ y ‘de corazón’, sus complementos circunstanciales de modo. Puse estos ejemplos de primero de bachillerato para explicar el ‘leísmo’, que consiste en emplear el pronombre personal ‘le’ (dativo o complemento indirecto para ambos géneros) en lugar de los de acusativo (complemento directo), ‘la’ (femenino) y ‘lo’ (masculino). Ejemplo patente de dicho solecismo lo dio el portal de Eje XXI en la siguiente información: “Ángela María Robledo pide sanción contra los congresistas que le agredieron en la plenaria de la Cámara” (10/9/2015). En ella, evidentemente, el objeto directo de la acción del verbo transitivo ‘agredir’ es la congresista, por lo que el pronombre tiene que ser ‘la’. Indiscutiblemente. Si el agredido hubiese sido, digamos, Iván Cepeda, el pronombre tendría que ser ‘lo’. Caso distinto, si ella se hubiera quejado de una agresión a su mascota, ocurrencia que exige esta construcción gramatical: “Pidió sanción contra quienes le agredieron a su mascota”, porque en esta oración, ‘su mascota’ es el complemento directo, y ella, el indirecto. Como digo, de primero de bachillerato.
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Me parece que el buen redactor, digo, el columnista Ricardo Silva Romero, no consultó el diccionario para escribir lo siguiente: “Alemania acaba de recibir a 15.000 inmigrantes como rescribiéndose a sí misma”; “…pero también podemos recordarla [nuestra historia], a nuestro modo, rescribirla todo el tiempo…” (El Tiempo, 11/9/2015). Y no lo consultó, asumo, porque ‘rescribir’ no es lo mismo que ‘reescribir’: aquel verbo, desusado según El Diccionario, significa (¿significaba?) “contestar, responder por escrito a una carta u otra comunicación”; el segundo, en cambio, es “volver a escribir lo ya escrito introduciendo cambios. // 2. Volver a escribir sobre algo dándole una nueva interpretación”, acepción esta que, si las entendí, tienen las dos frases del columnista. Hay que tener en cuenta, no obstante, la doctrina de la Academia de la Lengua sobre el encuentro de la vocal final de un prefijo con la misma inicial de la palabra a que se une, que enseña: “Cuando se trata, sin embargo, de vocales iguales contiguas, es habitual que en la pronunciación se articulen como una sola, por lo que es frecuente que la reducción se produzca también en la escritura. Es cierto que, en buena parte de los casos, la tendencia mayoritaria actual siga manteniendo las dos vocales, pero, siempre que la palabra se conserve reconocible, se acepta también la simplificación” (Nueva gramática de la lengua española, 10.3a). Y da, entre otros, los siguientes ejemplos: ‘reemplazar-remplazar’, ‘reestructurar-restructurar’, ‘antiimperialismo-antimperialismo’. Y sigue: “No es posible la simplificación cuando el resultado conlleva coincidencia con otra palabra, como se observa en los casos de ‘reemitir’ (‘volver a emitir’) y ‘remitir’ (‘enviar’), ‘reestablecerse’ (‘volver a establecerse’) y ‘restablecerse’ (‘recuperarse de una enfermedad’), entre otras” (ibídem). Es el caso también de ‘semiilegal’ y ‘semilegal’, ‘semiirregular’ y ‘semirregular’, evidentemente. Anota también que con el prefijo ‘co-’ la costumbre conserva las dos vocales, por ejemplo, ‘cooperar, coordinar’. Conclusión: ‘reescribir’, siempre, para las acepciones susodichas.
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El verbo latino ‘frangere’ significa ‘romper, quebrar, hacer añicos’. De él proceden algunas palabras del castellano, como ‘frágil, fragmento, fragor’ y el verbo transitivo ‘frangir’ (“partir o dividir algo en pedazos”), empleado por el cineasta y columnista de El Tiempo Salvo Basile en esta oración: “Cuando muere un marinero, dice la leyenda que el mar se embravece y, frangiendo sobre las rocas de coral, forma una corona de flores de espuma blanca” (11/9/2015). Sintácticamente, el verbo está mal usado en esta frase, porque, como transitivo, pide un complemento directo: ‘frangiendo’, ¿qué? -Claramente, el mismo mar. Entonces, aunque El Diccionario no diga que se usa también como pronominal -sí lo dice de ‘romper-, debe emplearse así: …y frangiéndose sobre las rocas…” (rompiéndose), porque la acción de ‘frangir’ sale del sujeto, ‘mar’, y vuelve a él. De esta manera, sí entendemos.
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