El capitalismo, la globalización y el crecimiento económico, frecuente e inocentemente traen consigo niveles mayores de inequidad económica en la sociedad. Este hecho ha dado paso a que los agentes de extrema derecha malinterpreten la literatura y justifiquen acciones a favor de sus amigos más ricos, propiciando un triste nivel de desigualdad a través de políticas que afectan en su mayor parte a la clase media.
Para la economía los ricos son importantes; son ellos quienes generan empleo y crean riqueza. No podemos simplemente llenarles de impuestos, como sugieren algunos de extrema izquierda, e imposibilitar la inversión extranjera que tanto necesitamos en el país. Lo innegable es que requerimos justicia y que por primera vez se piense en el pueblo colombiano; que el sistema tributario se reforme en cuanto a lo que creemos justo, no en la profundidad de los bolsillos de lobistas que poco piensan en el bienestar de nuestra sociedad.
Un sistema tributario debe hacer que entre todos los sectores de una sociedad se financie el bien común, del cual todos disfrutamos. Seguridad, educación, infraestructura, vías y tecnología son ejemplos de cosas disfrutadas por todos gracias a los impuestos, pero que con esta reciente reforma tributaria terminarán siendo financiados en mayor proporción por los pobres, razón por la cual varios analistas la han tildado de regresiva. o es sino ver el lobby de la empresa privada al gobierno y al
Congreso donde, a veces de forma habilidosamente camuflada, pero interesantemente evidente en otras, funcionarios públicos le venden el alma al diablo. Se les ve pagando con fallos, puestos y reformas favorables a aquellos adinerados quienes financiaron o financiarán sus futuras campañas. Escribo esto porque no entiendo cómo es posible que a los mismos colombianos que vemos frecuentemente los niveles de corrupción que se reportan en el país, seamos los mismos a los que se nos quieren aumentar los impuestos.
Al parecer creen cierto que, al igual que la ley, los impuestos son para los de ruana. Al pueblo se le suben los impuestos, mientras que los ricos podrán seguir sin pagarlos, o pagando una tasa mucho menor a través de su tarifa preferencial a los dividendos. A nuestro pueblo le suben los impuestos y le deprimen la economía al forzarle una reducción al consumo, mientras el gobierno sigue protegiendo sus intereses y los de sus amigos financiadores al no introducir suficientes medidas contra la corrupción y la evasión, los impuestos más grandes que pagamos los colombianos.
Así vemos que la propuesta aprobada para aliviar el déficit fiscal consiste en bajarle los impuestos a las grandes empresas, sin programas serios para reducir la corrupción, e inclusive sin la austeridad que propondría la teoría económica en casos donde el valor de la moneda está por el piso, al igual que los ingresos del petróleo. Pero claro, el gobierno parece no querer ver estas soluciones, ni tampoco se muestra dispuesto a reducir su nómina o sus gastos y contribuir al problema tan grande del que hablan. La única solución que el gobierno ve consiste en pasarles la cuenta de cobro a los ciudadanos.
Al final del día la democracia parece no estar funcionando en Colombia, pues vemos que quienes están para representarnos, no lo están haciendo realmente.
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