Cada día están cogiendo más fuerza en el país los paros con bloqueos de vías y con hechos vandálicos. La comunidad está convencida de que la única manera que puede ser escuchada por el gobierno, es a través de este mecanismo. Todavía está muy vigente en nuestra memoria lo que sucedió en el pasado mes de agosto, donde por casi un mes el país se paralizó. Actualmente estamos transitando por otro paro, que afortunadamente todavía no ha llegado a los niveles del anterior.
Los paros se convirtieron en mecanismos de presión muy fuertes y están sirviendo para que los manifestantes consigan mucho más de lo que verdaderamente necesitan y en muchas oportunidades se conceden beneficios que afectan la economía del país. El actual paro es aún más delicado, porque se está dando en plena campaña electoral en la que el presidente Santos está buscando su reelección.
Los promotores pusieron al presidente en una encrucijada; si por un lado se deja presionar y evita una nueva paralización del país, otorgando todo lo que le piden así sea absurdo y desproporcionado, o no se deja "chantajear". No la tiene nada fácil en estos momentos, porque casi que del manejo que le dé al paro depende prácticamente su reelección.
Con la constitución del 91 se cambiaron las culturas políticas de la comunidad. La constitución fue muy generosa con darle derechos a la ciudadanía y muy pobre en exigir compromisos. La comunidad ha sabido interpretar el espíritu de los constituyentes y demanda cada día más atención del estado. Eso está bien, en un país con tantas desigualdades y necesidades, hay que hacer los reclamos y llamadas de atención pertinentes. Pero una cosa son las marchas pacíficas y que no afecten a la sociedad y otra cosa es con bloqueos de vías y daños a las propiedades ajenas.
El país requiere que haya un control en los desmanes. La comunidad está reclamando que se sienta el principio de autoridad. A todos los seres humanos nos gusta que nos traten con suavidad y cariño, pero a veces tanta dulzura trae consigo que nos volvamos frescos y atrevidos y que no respetemos a nuestros semejantes. En eso la educación a los niños nos puede dar un buen ejemplo.
La policía para atender los paros y los bloqueos se siente en desventaja. Mientras los manifestantes son cada vez más agresivos, los agentes tienen que ser cuidadosos con la fuerza que emplean. Es claro que esto deba ser así, pero lo que no está bien es que mientras a los promotores de los paros, después de que este se levanta no les pasa nada en términos judiciales, así hayan cometido agresiones físicas contra las personas o hallan quemado vehículos o destruido bienes ajenos, los policías si terminan judicializados y con una alta probabilidad de terminar por fuera de la institución o inclusive detenidos.
El país no solo está sitiado en las carreteras o en las ciudades por los paros. También lo está con los partidos de fútbol. Las llamadas barras bravas son cada vez más difíciles de controlar. No está bien que un partido de fútbol como el que se dio hace pocos días en nuestra ciudad entre el Once Caldas y el Nacional, exija que prácticamente la ciudad se militarice y que las vías que rodean al estadio se tengan que cerrar muchas horas antes y después del partido y que incluso los residentes de los barrios aledaños, no se atrevan a salir a las calles por temor de encontrarse con uno de los integrantes de estas barras.
Para el último partido que se jugó contra Santa Fe se "cerraron las fronteras"; es decir, no se permitió el ingreso de los hinchas de ese equipo a nuestra ciudad. Decisión que se tomó porque en el partido anterior contra este equipo los seguidores de Santa Fe habían cometido varios hechos vandálicos. Creo que no sólo deben de ser castigados los de Santa Fe. La decisión que se debe de tomar en nuestra ciudad, es cerrar fronteras a las barras bravas hasta que se tome conciencia de que a este espectáculo se puede ir a disfrutar y gozar e inclusive a sufrir, sin tener que atentar, ni agredir físicamente al vecino o al hincha del equipo contrario.
Finalmente considero que la policía nacional debe estudiar con más detenimiento el cierre de las vías públicas y el tiempo en que éstas deben estar sin servicio cuando se presentan espectáculos o tenemos la visita de un personaje ilustre. Son tan estrechas nuestras vías y tantos los vehículos que por ellas circulan, que cualquier cierre de las calles genera un altísimo trancón y mucha incomodidad.
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