No me cabe duda que los presidentes Uribe y Santos cuando llegaron al cargo en su primer mandato tenían claras las necesidades del país, y sobre todo tenían las más buenas intenciones para hacer un buen gobierno y transformar el país; sin embargo, con el transcurso de los días, en el ejercicio de sus gobiernos fueron perdiendo el norte, lo que se complicó cuando tomaron la decisión de lanzarse a su reelección.
Uribe logró, en su primer período, lo que denominó la recuperación de la confianza del país. Cuando inició su gobierno los colombianos teníamos miedo de viajar por las carreteras. En el caso nuestro sentíamos temor de ir a Chinchiná, incluso en algunas oportunidades hasta ir a Santágueda. Viajar a La Dorada era toda una odisea y muy pocas personas se arriesgaban a transitar la carretera entre Anserma y Riosucio. Eso para no hablar de la zozobra en que vivían los habitantes de los municipios del Oriente del departamento. En su segundo mandato se encartó. Primero defendiéndose del procedimiento de cómo logró que se cambiara la Constitución para que pudiera ser reelegido, y segundo protegiéndose de los ataques que le hacían por una supuesta vinculación suya con los paramilitares; además, se engolocinó con el poder, tanto que llegó a pensar en una segunda reelección.
Santos, que llegó a la presidencia con todos los pergaminos y con una excelente hoja de vida, luego de haber pasado con lujo de detalles por varios ministerios y con el beneplácito de su antecesor, logró tener en su primer mandato, un gobierno económicamente activo y un país que disfrutó de una minibonanza económica. Lamentablemente durante el ejercicio de su primera elección se le fue olvidando todo lo que había estudiado en su Fundación Buen Gobierno, y para manejar su imagen y lograr su reelección, se fue volviendo amigo de los congresistas y puso en funcionamiento “la mermelada”. Logró llegar a su segundo mandato montado en una campaña para darle la paz al país, la cual según él se obtenía firmándose un acuerdo con las Farc.
El país tiene tres problemas complejos que Santos tenía muy claros cuando inició su presidencia; el primero: el Congreso. Pocas instituciones están tan desprestigiadas como ésta. El ciudadano del común considera que los congresistas trabajan poco y ganan mucho y además que manejan la contratación del país. Lamentablemente Santos ha hecho poco para controlarlos y les siguió el juego.
El segundo: el poder judicial. Algunos magistrados han tomado su puesto para beneficio personal y no para la comunidad como debería ser, por lo que en muchas oportunidades sus fallos no son ajustados al derecho sino a sus intereses particulares. Lamentablemente, fruto de las malas prácticas de estos magistrados, el poder judicial anda muy desprestigiado. Santos en su primera administración trató de hacer una reforma a la justicia que finalmente tuvo que hundir y no volvió a insistir en ella. El tercer problema es la corrupción. Se dice que Colombia es uno de los países más corruptos del mundo y a juzgar por los escándalos que se destapan diariamente, es verdad y el gobierno es poco lo que hace para controlar este mal comportamiento, y la justicia tampoco ayuda mucho.
Santos está muy interesado en lograr firmar el acuerdo con las Farc, y mientras tanto el país se le descuaderna. Hoy su imagen de aceptación está en los niveles del 20%, nivel nunca visto recientemente en un presidente en el ejercicio. Lo más delicado es que ya se están viendo procesos con personas al margen de la ley que están paralizando departamentos y ciudades, orquestados por paros armados realizados por narcotraficantes. Ejemplo de ello fue lo que sucedió hace unos pocos días cuando bloquearon más de treinta municipios de la Costa Atlántica y ciudades capitales como Montería, inclusive llegaron a atemorizar a Medellín.
Estas amenazas nos están volviendo a recordar con terror épocas pasadas y que se creían superadas. Dios quiera que no volvamos a revivir los días en que no podíamos recorrer el país por carretera y que el presidente entienda que la paz no solo se logra firmando con las Farc y que debe gobernar teniendo claro que éste no es el único problema que tiene el país.
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