El presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945), solía expresar la idiosincrasia de los colombianos, relacionada con la impaciencia y la inconformidad, con la siguiente frase: "Aprovechemos que estamos aquí tan bueno, para que nos vamos para otra parte". Uno de los vicios de la administración pública, que más atraso ha causado al progreso nacional, es el de revocar el gobernante nuevo lo que el antecesor había hecho. De ahí las obras inconclusas, o retrasadas absurdamente. Los virajes en asuntos tan sensibles para la sociedad como la educación y la salud. Y los cambios permanentes de funcionarios claves, como ministros y otros de inmensa responsabilidad, algunos de los cuales apenas duran en los cargos unos pocos meses. Por fortuna, el desempeño macroeconómico del estado colombiano ha sido ortodoxo, ajustado a fórmulas técnicas, responsable en el endeudamiento y en la atención de la deuda pública e independiente de presiones políticas en el manejo monetario. Este estilo económico ha sido una constante, desde principios del siglo XX, con don Alejandro López y don Esteban Jaramillo, quienes enfrentaron con éxito las secuelas de la Guerra de los Mil Días y el crack mundial de 1929. Otros ministros de Hacienda y Crédito Público posteriores, como Carlos Lleras Restrepo, José María Villareal, Joaquín Vallejo Arbeláez, Abdón Espinosa Valderrama, Rudolf Hommes y César Gaviria Trujillo, han sido atinados y responsables con el manejo del erario. Y, por supuesto, Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, para mencionar al desgaire unos pocos, sin descalificar a ninguno de los otros, con excepción de un señor Carrasquilla, ministro de Hacienda del expresidente Uribe, quien se dedicó a favorecer a los bancos, de espaldas a los demás sectores de la economía. Por fortuna no duró mucho.
El éxito de las instituciones privadas ha sido, históricamente, la continuidad en sus administraciones, con personajes que han llevado las empresas a las más altas posiciones del ranquin empresarial, sorteando dificultades y adaptándose a las circunstancias tecnológicas y de mercado, sin que nadie haya insinuado siquiera que atajaban las posibilidades de ascender de otros funcionarios. Las aspiraciones de éstos se han suplido con el crecimiento de las organizaciones, lo que juega a favor del desarrollo económico del país.
Los indicadores sociales y económicos de Colombia, a pesar de las variables adversas de otros países, que afectan el proceso, son positivos. El presidente Santos, y su equipo de colaboradores, con responsabilidad histórica, han mantenido una línea inmodificable en los manejos económicos y sociales; tienen muy alta la imagen internacional del país; respetan las instituciones democráticas, y a sus dignatarios; y no han dudado en jugarse su capital político por la paz, con entereza y generosidad. Vamos a votar por la continuidad de ese proceso, para que se consolide, y los de la "generación de la violencia" podamos bajar tranquilos al sepulcro. Gracias, Libertador, por la frase.
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