“Es mejor provocar envidia que sentirla”, es una máxima que puede aplicarse al pueblo de la dura cerviz, que, como lo proclama en su himno, “lleva el hierro entre las manos porque en el cuello le pesa”. Como cualquier conglomerado humano, entre los antioqueños hay variedad de estilos y caracteres, como lo resolvió Rafael Arango Villegas en su “Estudio taquimétrico sobre el paisa”, en el que categoriza a los oriundos de la Antioquia Grande en cuatro grupos, cuyos perfiles pueden resumirse así: El negociante en todo lo que a negocio huela; el andariego, que busca oficios que no requieran fijación de domicilio y sabe hacer de todo, según él mismo asegura; el busca-la-vida, de cuna incierta y supervivencia azarosa; y, finalmente, el antioqueño conservador y arraigado, que está convencido de que Envigado es el ombligo del mundo y el único lugar donde se puede vivir. Sin embargo, en todos los antioqueños existe un común denominador que es la inclinación constante a conseguir plata; que unos atesoran con avaricia, otros invierten en los más diversos negocios, tal cual desperdicia en vicios y aventuras y unos más se asocian con gente de su clase, para construir emporios empresariales, sean industriales, comerciales o financieros, que, manejados con alta eficiencia y agudo sentido de triunfar, alcanzan posiciones económicas dominantes. Por desgracia, esta capacidad emprendedora, y la aguda visión de los antioqueños para grandes propósitos lucrativos, se desvió hacia organizaciones criminales, que le han señalado a la estirpe paisa y a la región antioqueña el dudoso honor de destacarse mundialmente.
Como es razonable hacer con todos los asuntos de cualquier naturaleza que son motivo de valoración, hay que pesar pros y contras para hacer balances objetivos y sacar conclusiones. En este caso, el de los antioqueños, hay que concluir que, para lo bueno y lo malo, son los mejores. Artistas, escritores, científicos, intelectuales en las más variadas disciplinas, deportistas, empresarios, gobernantes y estadistas, dan lustre a la raza antioqueña, y sus nombres están grabados en los sitiales más destacados. Y, así mismo, las más “eficientes” organizaciones criminales tienen su marca de origen en Antioquia, y comprometen buena parte de los esfuerzos del estado para combatirlas.
No obstante, Antioquia, con Medellín, la capital; y sus regiones, son un ejemplo de superación, empuje y equilibrio social y proyección hacia un futuro exitoso, que incluye a todos los niveles de la sociedad, comenzando por el propósito de ser “la más educada”, porque dirigentes de alta calificación académica orientan sus gestiones hacia ese objetivo. Además, las empresas industriales y comerciales oficiales, de gran eficiencia e impecable manejo; las instituciones de salud y educación, básica, media y superior; el desarrollo urbanístico; y la oferta comercial y turística, antes que envidia deben producir admiración, mirándose otras regiones colombianas en los espejos de la “Antioquia grande y soberana”, que cantó Robledo Ortiz.
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