Hechos recientes demuestran cómo la política, como ejercicio para conquistar el poder, ha caído a los más bajos peladeros de la mezquindad, la codicia y la bajeza. Y los líderes dedican sus esfuerzos, no a estimular y fortalecer los valores nobles de las comunidades, sino a motivar las ruindades que provienen de la elementalidad educativa y cultural, para obtener beneficios electorales. Así de sencillo. Lo demás es retórica de encantadores de serpientes, que descrestan incautos y embaucan comunidades enteras en propósitos personalistas.
¿Por qué las migraciones desesperadas de africanos y surasiáticos hacia Europa? Porque gobiernos y empresarios de los países que la integran, poderosos y sin escrúpulos, tras los recursos naturales de naciones en las que prevalecen la ignorancia y la pobreza, y de sus mercados, han instalado en ellos mandatarios corruptos, fáciles de manipular, y los han armado suficientemente para que puedan sostenerse en el poder. De ahí que hombres y mujeres, con sus pequeños hijos, que ven pasar frente a sus míseras habitaciones soldados con costosas y sofisticadas armas, mientras a ellos les rumban las tripas de hambre y los matan las enfermedades, desesperados se lanzan al mar, tratando de llegar a las costas europeas, buscando refugio para sobrevivir.
Y algunos piadosos gobiernos, aliados con organizaciones filantrópicas, tratan de acogerlos, mientras sus connacionales miran de reojo y con desconfianza el fenómeno, porque sin duda va en contra de su calidad de vida y es una competencia laboral indeseable. ¿Por qué no se soluciona el problema en la fuente, promoviendo el desarrollo de los pueblos, a través de la educación, la salud y la calidad de vida, en vez de sostener satrapías para hacer negocios con ellas?
En otro caso, el eslogan del “sueño americano” despertó en un nacionalismo cerrado; y los nativos de los Estados Unidos y los migrantes que ya están instalados allá pensaron que era una buena idea cerrarles las fronteras a más latinos, asiáticos y africanos, que son una amenaza para sus empleos. Y que las cooperaciones económicas a otros países, para crear poder político, son un embeleco. Esos recursos, piensan ahora los gringos, se pueden invertir internamente, porque “la caridad comienza por casa”. Primó el sentido práctico sobre la política democrática, humanitaria y solidaria; y despertaron los instintos de racistas, xenófobos y guerreristas.
En esa política de resultados prácticos, por encima de valores altruistas, a los políticos promotores del “no”, en el caso de los acuerdos de paz en Colombia, les quedó mamey ganar la contienda, porque bastó motivar los odios de la gente contra los guerrilleros, pues a éstos -según los rebusques jurídicos- no se les debe perdonar, y menos convivir con ellos; y el gobierno, promotor del “sí”, no es un billete de 50 mil para que a todo el mundo le guste.
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