La razón por la cual los asuntos relacionados con las enfermedades de la gente mueven tanto dinero, no es otra que la angustia que le produce a cualquiera sentirse mal, con dolores, sin energía, "con ganas de todo y sin ganas de nada", como la recién casada; de mal semblante; o herido o fracturado, si el mal tiene orígenes traumáticos. Esas situaciones han inspirado la investigación científica, los estudios diagnósticos y la medicina. Que vienen desde el empirismo de los antiguos médicos, o curanderos; el tanteo de remedios, la especulación espiritual y la siquiatría "artesanal", para llegar al moderno diagnóstico y extensa farmacología, a la investigación científica y a la rigurosa formación médica, que, junto con clínicas y hospitales, de sofisticados servicios, cubren el inmenso mercado de la salud, que el "capitalismo salvaje" se encargó de convertir en un negocio fabuloso. Al punto que, enfermarse, que en épocas remotas podía sucederle a cualquier pelagatos, ahora es un lujo, que ni siquiera puede cubrirse con la muerte, porque morirse en estos tiempos, y aspirar a reposar en un parque cementerio, cuesta más que vivir. Y las autoridades judiciales y de sanidad no permiten que a una persona la entierren en el solar de la casa. Además de que ya no hay casas con solar. ¡Vaya disyuntiva! Una solución puede ser que el paciente, cuando sienta "pasos de animal grande", es decir, cuando presienta la muerte, se vaya de paseo para Buenaventura, se inscriba en un tour a Gorgona, y en un descuido del capitán del barco se tire al mar. Con esa decisión, sabia, por cierto, el muerto le economiza a la familia la velación, la misa, el cajón (ahora lo llaman cofre, para cobrarlo más caro), el lote, o la cremación; y los cartelones. Y, en cambio, cumple una labor muy meritoria, desde el punto de vista ecológico, alimentando uno o varios tiburones (dependiendo del kilaje del muerto), a los que ya no les caen de los barcos sino plásticos y latas de cerveza.
De los "pases magnéticos" de los curanderos indios, el vaso de agua sobre la mano abierta, y la bola de cristal, para distraer al paciente y analizar sus reacciones, especialmente a través de la mirada, porque los ojos indican muchas cosas, si son vivaces, claros, amarillos o apagados, de donde se puede partir hacia un diagnóstico, se ha llegado a los exámenes de laboratorio, los rayos equis y el escáner, que les resuelven todas las incógnitas a los médicos. Y dejan al enfermo en la ruina.
Otra cosa que tiene que ver con el negocio de la salud, y su inmensa demanda, es la calidad de los enfermos; su consistencia. Para muestra, la fractura del ligamento cruzado de Falcao, cuya recuperación tardará muchos meses, antes de que pueda volver a jugar fútbol. Y recuerdo cuando, hace muchos años, en Armenia, se fracturaba una pierna un jugador, lo llevaban donde don Miguel Jaramillo, a la compra de café, éste lo acostaba en la pila, le daba un aguardiente grande como anestésico, lo entablillaba, y le recomendaba unas pocas semanas de quietud, al cabo de las cuales ya estaba el tipo jugando otra vez, en un terraplén lleno de huecos.
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